Esta
frase, con variaciones, tanto en el tiempo verbal (pasado, presente, futuro) como
en el propio verbo escogido, ya que se puede expresar con se montó, se lió o se
armó un 2 de mayo, se utiliza para decir que ha habido o se ha montado una
buena pelea, trifulca, jarana, lío, bullicio, escándalo por algún motivo o
circunstancia… como si después de una cuarentena confinados en nuestras casas,
nos dijeran que mañana abrirán los bares libremente, sin ningún tipo de
restricciones… tonto el último…
Pues
bien, se debe al acontecimiento histórico acaecido el 2 de mayo de 1808 cuando
el pueblo de Madrid, hastiado y harto de que los franceses pulularan por las
calles de Madrid libremente y con un toquecito de superioridad, se levantaron
en armas contra los mismos, contra los gabachos, oseasé, los franceses,
conscientes de que se estaba sufriendo una invasión y de que un tal Napoleón,
nos la había metido doblada en Fontainebleau, nos había colocado como rey a su
hermano y, el nuestro, el queridísimo Fernando VII, estaba "secuestrado" en
Francia.
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"El 2 de mayo o la carga de los mamelucos" de Goya |
Decir,
que también se puede utilizar la frase “se armó la de San Quintín” con la misma
finalidad y sentido. En este caso por una sonora “paliza”, que le dimos también
a los gabachos (se ve que nuestra relación ha sido un tira y afloja, un
pimpinela en toda regla) en la batalla acaecida en la localidad de San Quintín
o Sant Quentín, en el noroeste de Francia por 1557, cuando España era un imperio
donde no se ponía el sol, “the number one in the world” y los franceses
recibían una y otra vez nuestro cariño a base de palos… lo lamento, pero no duraría
mucho más…
Bueno,
aquí la fecha que nos interesa es el 2 de mayo de 1808, pero antes de concretar
lo acaecido en ese día, habría que contextualizar y explicar como se llegó a que
se liara tal trifulca que supuso el inicio de la Guerra de la Independencia de
España.
A
principios del siglo XIX, teníamos como rey a Carlos IV, un bonachón y calzonazos,
que no tenía el espíritu de trabajo, ni las condiciones de su padre Carlos III
para la ardua tarea de reinar y gobernar todo un imperio. En más de una
ocasión, Carlos III se refirió a su hijo como tonto, después de las ocurrencias
de su heredero, como cuando dijo en una tertulia que: “Nosotros, los reyes,
tenemos más suerte que el común de los mortales… porque nuestras mujeres, no
pueden encontrar a ningún hombre de categoría superior a la nuestra con quien
engañarnos”, a lo que su padre respondió: “qué tonto eres, hijo mío, ¡qué
tonto!” (imagínense el tonito).
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Carlos IV |
Y
es que este rey, Carlos IV, aburrido y asqueado de las tareas gubernamentales
de la Corte (él prefería la caza y el buen yantar), le cedió tal responsabilidad
a Manuel Godoy, a modo de los validos del siglo XVII, que llegó, por tanto, a
ser el personaje más importante de la Corte, al dirigir los designios de España
en sustitución del bobalicón del rey, a quién también le sustituía en las
tareas conyugales, pues era el amante de la reina María Luisa de Parma… ¿entendéis
ahora a Carlos III?
Pues
mientras teníamos como rey a Carlos IV, en Francia ya reinaba Napoleón
Bonaparte, auto proclamado emperador desde 1804, que rápidamente se dio cuenta
del nivelito del rey español.
Napoleón estaba por entonces iniciando su política expansionista y, si bien, en los campos de batalla de Europa no tenía rival, en el mar la superioridad británica era manifiesta, como se demostró en la batalla de Trafalgar, donde la flota británica derrotó a la armada franco-española frente a las costas de ese famoso faro gaditano (la Batalla de Trafalgar merece capitulo aparte, por lo que no incidiré en ella, solo decir, que para saber su desarrollo y circunstancias, vasta con leerse uno de los famosos “Episodios Nacionales” que Benito Pérez Galdós dedicó a esta batalla… merece la pena). Por tanto, viendo Napoleón, que por mar era difícil derrotar a los ingleses, les dio, donde más dolía, bloqueando el continente europeo a todo producto inglés, es decir, impedir la llegada de productos ingleses, cerrando puertos, para hundirlos económicamente. Pero había un problemilla, que Portugal tenía abierto sus puertos, y por ahí se colaban en Europa los productos británicos, más baratos y de mayor calidad que el resto de Europa, debido a su incipiente industrialización.
Napoleón estaba por entonces iniciando su política expansionista y, si bien, en los campos de batalla de Europa no tenía rival, en el mar la superioridad británica era manifiesta, como se demostró en la batalla de Trafalgar, donde la flota británica derrotó a la armada franco-española frente a las costas de ese famoso faro gaditano (la Batalla de Trafalgar merece capitulo aparte, por lo que no incidiré en ella, solo decir, que para saber su desarrollo y circunstancias, vasta con leerse uno de los famosos “Episodios Nacionales” que Benito Pérez Galdós dedicó a esta batalla… merece la pena). Por tanto, viendo Napoleón, que por mar era difícil derrotar a los ingleses, les dio, donde más dolía, bloqueando el continente europeo a todo producto inglés, es decir, impedir la llegada de productos ingleses, cerrando puertos, para hundirlos económicamente. Pero había un problemilla, que Portugal tenía abierto sus puertos, y por ahí se colaban en Europa los productos británicos, más baratos y de mayor calidad que el resto de Europa, debido a su incipiente industrialización.
Así
que Napoleón pactó y firmó con Carlos IV, es decir, con Godoy, el famoso Tratado de Fontainebleau de 1807, por el cual, España abría sus fronteras al ejército
francés y permitía el tránsito por nuestro territorio para someter a Portugal, que
no obedecía los designios del emperador francés. Además, según el tratado, Portugal
sería dividida en dos partes, siendo la mitad sur una especie de principado
para el propio Manuel Godoy, que se veía que tenía ínsulas de poder.
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Manuel Godoy |
Así,
que a finales de 1807, empezaron a entrar tropas francesas en territorio español
para dirigirse a Portugal, aunque algunas tomaban direcciones “raras”, como las
que se desplazaron hacia Barcelona, y así, poco a poco, los gabachos fueron
ocupando diversas ciudades españolas, lo que iba en contra del tratado.
Hacia
marzo de 1808, la invasión francesa era ya evidente, hasta el propio Carlos IV
se dio cuenta… o no… quien sabe… estaría cazando. El que si se dio cuenta fue
Godoy, quien, ante la evidencia de la invasión, tenía dos opciones… o asumir
sus responsabilidades y movilizar al ejército y enfrentarse a los franceses o huir
y dejar a los españolitos con el lío de la invasión… ¿adivináis que hizo?... exacto…
huir.
Antes,
decir, el que por entonces, príncipe de Asturias, Fernando, consciente de la
dejadez de las tareas de gobierno por parte de su padre en manos de Godoy y, al
tanto, de las especiales relaciones entre este último y su madre, empezó a
conspirar para echar al extremeño (me refiero a Godoy, que era de Badajoz).
Así,
que el 17 de marzo de 1808, cuando Godoy estaba preparando la huida suya y de
la familia real hacia Sevilla, para marcharse posteriormente a América, que era
también territorio español, Fernando VII movilizó a cientos de seguidores,
incluso pago a madrileños para que se trasladaran a Aranjuez, en cuyo palacio
residía Carlos IV y su familia, y el propio Godoy tenía su propio palacete, se
produjo el también famoso “Motín de Aranjuez”, que terminó con Godoy detenido y
Carlos IV obligado a abdicar en su hijo, el ya entonces Fernando VII. A ese
nivel había llegado la política española, un hijo organizando una revuelta para
provocar la abdicación y caída de su propio padre.
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Motín de Aranjuez |
Carlos
IV, que argumentaba haber abdicado bajo presión, pidió el arbitraje y apoyo de
Napoleón, a quien también se dirigió Fernando VII, para que reconociera sus legítimas
pretensiones… ¡vaya plan! Diría el de Córcega, quien era mucho más listo que
los dos. Así, que hizo llamar a padre e hijo a la localidad francesa de Bayona,
en el País Vasco francés, muy cerca de Irún… y allí, como buen árbitro casero,
obligó a padre e hijo a abdicar y que le entregaran la corona a él mismo, quien
a su vez se la entregó a su hermano, José I Bonaparte. Así, que el 30 de abril
de 1808 teníamos un nuevo rey francés, no por designio divino, si no por
designio "napolino" (válgase la rima).
Y
llegamos, por fin, al 2 de mayo de 1808, cuando los madrileños, que estaban con
la mosca detrás de la oreja, después de la presencia de tanto soldado francés por
Madrid, muy prepotentes y con no muy buenas intenciones, se enteraron de que
los franceses querían sacar del Palacio Real al último miembro de la Familia
Real que quedaba en la capital, el pequeño infante Francisco de Paula, el hijo menor
de Carlos IV y María Luisa de Parma, por lo que, al grito de "¡que nos lo
llevan!" asaltaron el palacio y se enfrentaron con todos los medios
disponibles, palos, azadas, horquillas y mucha navaja de Albacete, a los franceses.
Famoso fueron los enfrentamientos en la Puerta del Sol, que quedaron
inmortalizados para la eternidad en el famoso cuadro de Goya “La carga de los
mamelucos”, mas conocida como “El 2 de mayo”. La represión francesa, a cargo
del general napoleónico Murat, fue brutal, con miles de madrileños muertos o
ajusticiados, que también fue representado por Goya, en “Los fusilamientos del
3 de mayo en la montaña del príncipe Pío”.
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"Los fusilamientos del 3 de mayo" de Goya |
Emblemáticos fueron también los enfrentamientos
en el cuartel de Monteleón, en cuya defensa se convirtieron en héroes los capitanes
Daoiz y Velarde (en su honor, los dos leones que custodian las puertas del Congreso
de los Diputados llevan sus nombres… no me pidáis quien es quien).
Ese
2 de mayo comenzaba la Guerra de la Independencia, que duraría hasta 1814, en
la que los españoles, con sus reyes y dirigentes en Francia, se organizaron solitos
en juntas locales y provinciales, y se enfrentaron valientemente a los gabachos
hasta echarlos, y de por medio, aprobamos una Constitución que suponía situar España
en la vanguardia de los estados democráticos de la época, pero… una vez
terminada la guerra, recuperamos al cenutrio de Fernando VII, que había estado
los seis años de guerra viviendo en el lujo y tranquilito en Francia, como huésped
de honor de Napoleón y restauró el absolutismo y volvimos a la situación de
parálisis política y social de tiempos de su padre, quien se llevó una muy
cuantiosa pensión de jubilación por ceder definitivamente los derechos de la
corona a su hijo.
Así que ya sabéis, cuando
se líe una gorda, podéis argumentar que se ha armado el 2 de mayo