sábado, 2 de mayo de 2020

Se armó el 2 de mayo

Esta frase, con variaciones, tanto en el tiempo verbal (pasado, presente, futuro) como en el propio verbo escogido, ya que se puede expresar con se montó, se lió o se armó un 2 de mayo, se utiliza para decir que ha habido o se ha montado una buena pelea, trifulca, jarana, lío, bullicio, escándalo por algún motivo o circunstancia… como si después de una cuarentena confinados en nuestras casas, nos dijeran que mañana abrirán los bares libremente, sin ningún tipo de restricciones… tonto el último…
Pues bien, se debe al acontecimiento histórico acaecido el 2 de mayo de 1808 cuando el pueblo de Madrid, hastiado y harto de que los franceses pulularan por las calles de Madrid libremente y con un toquecito de superioridad, se levantaron en armas contra los mismos, contra los gabachos, oseasé, los franceses, conscientes de que se estaba sufriendo una invasión y de que un tal Napoleón, nos la había metido doblada en Fontainebleau, nos había colocado como rey a su hermano y, el nuestro, el queridísimo Fernando VII, estaba "secuestrado" en Francia.
"El 2 de mayo o la carga de los mamelucos" de Goya
Decir, que también se puede utilizar la frase “se armó la de San Quintín” con la misma finalidad y sentido. En este caso por una sonora “paliza”, que le dimos también a los gabachos (se ve que nuestra relación ha sido un tira y afloja, un pimpinela en toda regla) en la batalla acaecida en la localidad de San Quintín o Sant Quentín, en el noroeste de Francia por 1557, cuando España era un imperio donde no se ponía el sol, “the number one in the world” y los franceses recibían una y otra vez nuestro cariño a base de palos… lo lamento, pero no duraría mucho más…
Bueno, aquí la fecha que nos interesa es el 2 de mayo de 1808, pero antes de concretar lo acaecido en ese día, habría que contextualizar y explicar como se llegó a que se liara tal trifulca que supuso el inicio de la Guerra de la Independencia de España.
A principios del siglo XIX, teníamos como rey a Carlos IV, un bonachón y calzonazos, que no tenía el espíritu de trabajo, ni las condiciones de su padre Carlos III para la ardua tarea de reinar y gobernar todo un imperio. En más de una ocasión, Carlos III se refirió a su hijo como tonto, después de las ocurrencias de su heredero, como cuando dijo en una tertulia que: “Nosotros, los reyes, tenemos más suerte que el común de los mortales… porque nuestras mujeres, no pueden encontrar a ningún hombre de categoría superior a la nuestra con quien engañarnos”, a lo que su padre respondió: “qué tonto eres, hijo mío, ¡qué tonto!” (imagínense el tonito).
Carlos IV
Y es que este rey, Carlos IV, aburrido y asqueado de las tareas gubernamentales de la Corte (él prefería la caza y el buen yantar), le cedió tal responsabilidad a Manuel Godoy, a modo de los validos del siglo XVII, que llegó, por tanto, a ser el personaje más importante de la Corte, al dirigir los designios de España en sustitución del bobalicón del rey, a quién también le sustituía en las tareas conyugales, pues era el amante de la reina María Luisa de Parma… ¿entendéis ahora a Carlos III?
Pues mientras teníamos como rey a Carlos IV, en Francia ya reinaba Napoleón Bonaparte, auto proclamado emperador desde 1804, que rápidamente se dio cuenta del nivelito del rey español. 
Napoleón estaba por entonces iniciando su política expansionista y, si bien, en los campos de batalla de Europa no tenía rival, en el mar la superioridad británica era manifiesta, como se demostró en la batalla de Trafalgar, donde la flota británica derrotó a la armada franco-española frente a las costas de ese famoso faro gaditano (la Batalla de Trafalgar merece capitulo aparte, por lo que no incidiré en ella, solo decir, que para saber su desarrollo y circunstancias, vasta con leerse uno de los famosos “Episodios Nacionales” que Benito Pérez Galdós dedicó a esta batalla… merece la pena). Por tanto, viendo Napoleón, que por mar era difícil derrotar a los ingleses, les dio, donde más dolía, bloqueando el continente europeo a todo producto inglés, es decir, impedir la llegada de productos ingleses, cerrando puertos, para hundirlos económicamente. Pero había un problemilla, que Portugal tenía abierto sus puertos, y por ahí se colaban en Europa los productos británicos, más baratos y de mayor calidad que el resto de Europa, debido a su incipiente industrialización.
Así que Napoleón pactó y firmó con Carlos IV, es decir, con Godoy, el famoso Tratado de Fontainebleau de 1807, por el cual, España abría sus fronteras al ejército francés y permitía el tránsito por nuestro territorio para someter a Portugal, que no obedecía los designios del emperador francés. Además, según el tratado, Portugal sería dividida en dos partes, siendo la mitad sur una especie de principado para el propio Manuel Godoy, que se veía que tenía ínsulas de poder.
Manuel Godoy
Así, que a finales de 1807, empezaron a entrar tropas francesas en territorio español para dirigirse a Portugal, aunque algunas tomaban direcciones “raras”, como las que se desplazaron hacia Barcelona, y así, poco a poco, los gabachos fueron ocupando diversas ciudades españolas, lo que iba en contra del tratado.
Hacia marzo de 1808, la invasión francesa era ya evidente, hasta el propio Carlos IV se dio cuenta… o no… quien sabe… estaría cazando. El que si se dio cuenta fue Godoy, quien, ante la evidencia de la invasión, tenía dos opciones… o asumir sus responsabilidades y movilizar al ejército y enfrentarse a los franceses o huir y dejar a los españolitos con el lío de la invasión… ¿adivináis que hizo?... exacto… huir.
Antes, decir, el que por entonces, príncipe de Asturias, Fernando, consciente de la dejadez de las tareas de gobierno por parte de su padre en manos de Godoy y, al tanto, de las especiales relaciones entre este último y su madre, empezó a conspirar para echar al extremeño (me refiero a Godoy, que era de Badajoz).
Así, que el 17 de marzo de 1808, cuando Godoy estaba preparando la huida suya y de la familia real hacia Sevilla, para marcharse posteriormente a América, que era también territorio español, Fernando VII movilizó a cientos de seguidores, incluso pago a madrileños para que se trasladaran a Aranjuez, en cuyo palacio residía Carlos IV y su familia, y el propio Godoy tenía su propio palacete, se produjo el también famoso “Motín de Aranjuez”, que terminó con Godoy detenido y Carlos IV obligado a abdicar en su hijo, el ya entonces Fernando VII. A ese nivel había llegado la política española, un hijo organizando una revuelta para provocar la abdicación y caída de su propio padre.  
Motín de Aranjuez
Carlos IV, que argumentaba haber abdicado bajo presión, pidió el arbitraje y apoyo de Napoleón, a quien también se dirigió Fernando VII, para que reconociera sus legítimas pretensiones… ¡vaya plan! Diría el de Córcega, quien era mucho más listo que los dos. Así, que hizo llamar a padre e hijo a la localidad francesa de Bayona, en el País Vasco francés, muy cerca de Irún… y allí, como buen árbitro casero, obligó a padre e hijo a abdicar y que le entregaran la corona a él mismo, quien a su vez se la entregó a su hermano, José I Bonaparte. Así, que el 30 de abril de 1808 teníamos un nuevo rey francés, no por designio divino, si no por designio "napolino" (válgase la rima).
Y llegamos, por fin, al 2 de mayo de 1808, cuando los madrileños, que estaban con la mosca detrás de la oreja, después de la presencia de tanto soldado francés por Madrid, muy prepotentes y con no muy buenas intenciones, se enteraron de que los franceses querían sacar del Palacio Real al último miembro de la Familia Real que quedaba en la capital, el pequeño infante Francisco de Paula, el hijo menor de Carlos IV y María Luisa de Parma, por lo que, al grito de "¡que nos lo llevan!" asaltaron el palacio y se enfrentaron con todos los medios disponibles, palos, azadas, horquillas y mucha navaja de Albacete, a los franceses. Famoso fueron los enfrentamientos en la Puerta del Sol, que quedaron inmortalizados para la eternidad en el famoso cuadro de Goya “La carga de los mamelucos”, mas conocida como “El 2 de mayo”. La represión francesa, a cargo del general napoleónico Murat, fue brutal, con miles de madrileños muertos o ajusticiados, que también fue representado por Goya, en “Los fusilamientos del 3 de mayo en la montaña del príncipe Pío”. 
"Los fusilamientos del 3 de mayo" de Goya
Emblemáticos fueron también los enfrentamientos en el cuartel de Monteleón, en cuya defensa se convirtieron en héroes los capitanes Daoiz y Velarde (en su honor, los dos leones que custodian las puertas del Congreso de los Diputados llevan sus nombres… no me pidáis quien es quien).
Ese 2 de mayo comenzaba la Guerra de la Independencia, que duraría hasta 1814, en la que los españoles, con sus reyes y dirigentes en Francia, se organizaron solitos en juntas locales y provinciales, y se enfrentaron valientemente a los gabachos hasta echarlos, y de por medio, aprobamos una Constitución que suponía situar España en la vanguardia de los estados democráticos de la época, pero… una vez terminada la guerra, recuperamos al cenutrio de Fernando VII, que había estado los seis años de guerra viviendo en el lujo y tranquilito en Francia, como huésped de honor de Napoleón y restauró el absolutismo y volvimos a la situación de parálisis política y social de tiempos de su padre, quien se llevó una muy cuantiosa pensión de jubilación por ceder definitivamente los derechos de la corona a su hijo.
Así que ya sabéis, cuando se líe una gorda, podéis argumentar que se ha armado el 2 de mayo