sábado, 2 de mayo de 2020

Se armó el 2 de mayo

Esta frase, con variaciones, tanto en el tiempo verbal (pasado, presente, futuro) como en el propio verbo escogido, ya que se puede expresar con se montó, se lió o se armó un 2 de mayo, se utiliza para decir que ha habido o se ha montado una buena pelea, trifulca, jarana, lío, bullicio, escándalo por algún motivo o circunstancia… como si después de una cuarentena confinados en nuestras casas, nos dijeran que mañana abrirán los bares libremente, sin ningún tipo de restricciones… tonto el último…
Pues bien, se debe al acontecimiento histórico acaecido el 2 de mayo de 1808 cuando el pueblo de Madrid, hastiado y harto de que los franceses pulularan por las calles de Madrid libremente y con un toquecito de superioridad, se levantaron en armas contra los mismos, contra los gabachos, oseasé, los franceses, conscientes de que se estaba sufriendo una invasión y de que un tal Napoleón, nos la había metido doblada en Fontainebleau, nos había colocado como rey a su hermano y, el nuestro, el queridísimo Fernando VII, estaba "secuestrado" en Francia.
"El 2 de mayo o la carga de los mamelucos" de Goya
Decir, que también se puede utilizar la frase “se armó la de San Quintín” con la misma finalidad y sentido. En este caso por una sonora “paliza”, que le dimos también a los gabachos (se ve que nuestra relación ha sido un tira y afloja, un pimpinela en toda regla) en la batalla acaecida en la localidad de San Quintín o Sant Quentín, en el noroeste de Francia por 1557, cuando España era un imperio donde no se ponía el sol, “the number one in the world” y los franceses recibían una y otra vez nuestro cariño a base de palos… lo lamento, pero no duraría mucho más…
Bueno, aquí la fecha que nos interesa es el 2 de mayo de 1808, pero antes de concretar lo acaecido en ese día, habría que contextualizar y explicar como se llegó a que se liara tal trifulca que supuso el inicio de la Guerra de la Independencia de España.
A principios del siglo XIX, teníamos como rey a Carlos IV, un bonachón y calzonazos, que no tenía el espíritu de trabajo, ni las condiciones de su padre Carlos III para la ardua tarea de reinar y gobernar todo un imperio. En más de una ocasión, Carlos III se refirió a su hijo como tonto, después de las ocurrencias de su heredero, como cuando dijo en una tertulia que: “Nosotros, los reyes, tenemos más suerte que el común de los mortales… porque nuestras mujeres, no pueden encontrar a ningún hombre de categoría superior a la nuestra con quien engañarnos”, a lo que su padre respondió: “qué tonto eres, hijo mío, ¡qué tonto!” (imagínense el tonito).
Carlos IV
Y es que este rey, Carlos IV, aburrido y asqueado de las tareas gubernamentales de la Corte (él prefería la caza y el buen yantar), le cedió tal responsabilidad a Manuel Godoy, a modo de los validos del siglo XVII, que llegó, por tanto, a ser el personaje más importante de la Corte, al dirigir los designios de España en sustitución del bobalicón del rey, a quién también le sustituía en las tareas conyugales, pues era el amante de la reina María Luisa de Parma… ¿entendéis ahora a Carlos III?
Pues mientras teníamos como rey a Carlos IV, en Francia ya reinaba Napoleón Bonaparte, auto proclamado emperador desde 1804, que rápidamente se dio cuenta del nivelito del rey español. 
Napoleón estaba por entonces iniciando su política expansionista y, si bien, en los campos de batalla de Europa no tenía rival, en el mar la superioridad británica era manifiesta, como se demostró en la batalla de Trafalgar, donde la flota británica derrotó a la armada franco-española frente a las costas de ese famoso faro gaditano (la Batalla de Trafalgar merece capitulo aparte, por lo que no incidiré en ella, solo decir, que para saber su desarrollo y circunstancias, vasta con leerse uno de los famosos “Episodios Nacionales” que Benito Pérez Galdós dedicó a esta batalla… merece la pena). Por tanto, viendo Napoleón, que por mar era difícil derrotar a los ingleses, les dio, donde más dolía, bloqueando el continente europeo a todo producto inglés, es decir, impedir la llegada de productos ingleses, cerrando puertos, para hundirlos económicamente. Pero había un problemilla, que Portugal tenía abierto sus puertos, y por ahí se colaban en Europa los productos británicos, más baratos y de mayor calidad que el resto de Europa, debido a su incipiente industrialización.
Así que Napoleón pactó y firmó con Carlos IV, es decir, con Godoy, el famoso Tratado de Fontainebleau de 1807, por el cual, España abría sus fronteras al ejército francés y permitía el tránsito por nuestro territorio para someter a Portugal, que no obedecía los designios del emperador francés. Además, según el tratado, Portugal sería dividida en dos partes, siendo la mitad sur una especie de principado para el propio Manuel Godoy, que se veía que tenía ínsulas de poder.
Manuel Godoy
Así, que a finales de 1807, empezaron a entrar tropas francesas en territorio español para dirigirse a Portugal, aunque algunas tomaban direcciones “raras”, como las que se desplazaron hacia Barcelona, y así, poco a poco, los gabachos fueron ocupando diversas ciudades españolas, lo que iba en contra del tratado.
Hacia marzo de 1808, la invasión francesa era ya evidente, hasta el propio Carlos IV se dio cuenta… o no… quien sabe… estaría cazando. El que si se dio cuenta fue Godoy, quien, ante la evidencia de la invasión, tenía dos opciones… o asumir sus responsabilidades y movilizar al ejército y enfrentarse a los franceses o huir y dejar a los españolitos con el lío de la invasión… ¿adivináis que hizo?... exacto… huir.
Antes, decir, el que por entonces, príncipe de Asturias, Fernando, consciente de la dejadez de las tareas de gobierno por parte de su padre en manos de Godoy y, al tanto, de las especiales relaciones entre este último y su madre, empezó a conspirar para echar al extremeño (me refiero a Godoy, que era de Badajoz).
Así, que el 17 de marzo de 1808, cuando Godoy estaba preparando la huida suya y de la familia real hacia Sevilla, para marcharse posteriormente a América, que era también territorio español, Fernando VII movilizó a cientos de seguidores, incluso pago a madrileños para que se trasladaran a Aranjuez, en cuyo palacio residía Carlos IV y su familia, y el propio Godoy tenía su propio palacete, se produjo el también famoso “Motín de Aranjuez”, que terminó con Godoy detenido y Carlos IV obligado a abdicar en su hijo, el ya entonces Fernando VII. A ese nivel había llegado la política española, un hijo organizando una revuelta para provocar la abdicación y caída de su propio padre.  
Motín de Aranjuez
Carlos IV, que argumentaba haber abdicado bajo presión, pidió el arbitraje y apoyo de Napoleón, a quien también se dirigió Fernando VII, para que reconociera sus legítimas pretensiones… ¡vaya plan! Diría el de Córcega, quien era mucho más listo que los dos. Así, que hizo llamar a padre e hijo a la localidad francesa de Bayona, en el País Vasco francés, muy cerca de Irún… y allí, como buen árbitro casero, obligó a padre e hijo a abdicar y que le entregaran la corona a él mismo, quien a su vez se la entregó a su hermano, José I Bonaparte. Así, que el 30 de abril de 1808 teníamos un nuevo rey francés, no por designio divino, si no por designio "napolino" (válgase la rima).
Y llegamos, por fin, al 2 de mayo de 1808, cuando los madrileños, que estaban con la mosca detrás de la oreja, después de la presencia de tanto soldado francés por Madrid, muy prepotentes y con no muy buenas intenciones, se enteraron de que los franceses querían sacar del Palacio Real al último miembro de la Familia Real que quedaba en la capital, el pequeño infante Francisco de Paula, el hijo menor de Carlos IV y María Luisa de Parma, por lo que, al grito de "¡que nos lo llevan!" asaltaron el palacio y se enfrentaron con todos los medios disponibles, palos, azadas, horquillas y mucha navaja de Albacete, a los franceses. Famoso fueron los enfrentamientos en la Puerta del Sol, que quedaron inmortalizados para la eternidad en el famoso cuadro de Goya “La carga de los mamelucos”, mas conocida como “El 2 de mayo”. La represión francesa, a cargo del general napoleónico Murat, fue brutal, con miles de madrileños muertos o ajusticiados, que también fue representado por Goya, en “Los fusilamientos del 3 de mayo en la montaña del príncipe Pío”. 
"Los fusilamientos del 3 de mayo" de Goya
Emblemáticos fueron también los enfrentamientos en el cuartel de Monteleón, en cuya defensa se convirtieron en héroes los capitanes Daoiz y Velarde (en su honor, los dos leones que custodian las puertas del Congreso de los Diputados llevan sus nombres… no me pidáis quien es quien).
Ese 2 de mayo comenzaba la Guerra de la Independencia, que duraría hasta 1814, en la que los españoles, con sus reyes y dirigentes en Francia, se organizaron solitos en juntas locales y provinciales, y se enfrentaron valientemente a los gabachos hasta echarlos, y de por medio, aprobamos una Constitución que suponía situar España en la vanguardia de los estados democráticos de la época, pero… una vez terminada la guerra, recuperamos al cenutrio de Fernando VII, que había estado los seis años de guerra viviendo en el lujo y tranquilito en Francia, como huésped de honor de Napoleón y restauró el absolutismo y volvimos a la situación de parálisis política y social de tiempos de su padre, quien se llevó una muy cuantiosa pensión de jubilación por ceder definitivamente los derechos de la corona a su hijo.
Así que ya sabéis, cuando se líe una gorda, podéis argumentar que se ha armado el 2 de mayo

sábado, 25 de abril de 2020

Tienes más cojones que el caballo de Espartero


Esta frase que da nombre al artículo, “Tienes más cojones que el caballo de Espartero” (en ocasiones, se cambia el calificativo del atributo genital por el de huevos), se utiliza, hoy en día, como sinónimo de valentía, gallardía, arrojo o valor… en circunstancias difíciles. Debe su origen a las estatuas ecuestres realizadas a finales del siglo XIX en honor y memoria del general Baldomero Espartero, sin duda, uno de los personajes más importantes y determinantes del siglo XIX en España, por no decir, el más importante, como se puede dar muestra de ello, por la retahíla de títulos y condecoraciones que le acompañan: príncipe de Vergara, duque de la Victoria, duque de Morella, conde de Luchana, vizconde de Bandera y el “Pacificador de España”… junto a todas las condecoraciones y medallas más importantes de España (El Toisón de Oro; la Gran Cruz de San Fernando; Gran Cruz de Carlos III,…) y de fuera (“Order of the Bath” inglesa; la Legión de Honor francesa; la Orden de la Torre portuguesa)… además de Regente y Presidente del Consejo de ministros en varias ocasiones.
Baldomero Espartero
Pues bien, a pesar de este impresionante historial y, muestra de que España no suele cuidar bien a sus grandes personalidades, Espartero es más conocido por los atributos de su caballo, que por su extenso currículo como militar y político decimonónico… y aunque se podría referir, a la valentía, cuando no osadía y temeridad que demostró siempre Espartero en el campo de batalla, la frase deriva del desproporcional tamaño con el que el escultor, Pablo Gilbert, esculpió los mencionados atributos del caballo en sendas estatuas que se elaboraron tras la muerte del valerososo general, y que todavía se pueden contemplar, una ubicada en Madrid, en la confluencia de las calles de Alcalá y O'Donnell frente al Retiro y, la otra, del mismo autor, en el Paseo del Espolón de Logroño, donde Espartero pasó gran parte de su vida. En ambas estatuas, se destaca la buena dotación genital del caballo, lo que conllevó desde primera hora fuera tema de conversación y sorna y que, finalmente, la frase terminará convirtiéndose en un apelativo recurrente para referirse a la gallardía de una persona en una situación de dificultad o de peligro inminente.
Estatua de Espartero en Madrid

Espartero nació en un pequeño pueblo de La Mancha, Granátula de Calatrava (que también tiene hoy en día su estatua ecuestre de su hijo más célebre con gran atributo testicular del equino… faltaría más), en el seno de una familia humilde y, aunque tenía un destino eclesiástico, estudiando bachiller en la Universidad de Almagro, se cruzó en su camino Napoleón y la Guerra de la Independencia, así, en 1808, con tan solo 16 años, se alistó en el ejército “patriota” para luchar contra los invasores gabachos, recibiendo su comunión con las armas en la Batalla de Ocaña, donde hubo victoria francesa, por lo que tuvo que marcharse a Cádiz, único reducto no controlado con el tiempo por los franceses. En Cádiz, el joven Espartero continuó su formación militar y académica, además, de impregnarse de las ideas liberales que inundaban la Tacita de Plata, y que se consagrarán con la aprobación de la primera Constitución española en 1812, la famosa Pepa.
Una vez terminada la contienda con los franceses, Espartero se alistó al regimiento enviado a América a apaciguar las colonias americanas, ya que, aprovechando la invasión francesa, habían iniciado un proceso irreversible de independencia. En América, principalmente en el Perú, Espartero estuvo diez años curtiéndose en una guerra dura de desgaste y carente de los medios necesarios, mostrando una enorme valentía y temeridad, lo que conllevó continuos ascensos y condecoraciones, y ganándose el respeto y admiración de sus compañeros militares. Finalmente, la batalla de Ayacucho puso fin a más de trescientos años de dominio español en el continente americano (bueno todavía nos quedarían Cuba y Puerto Rico). Aunque Espartero no estuvo en esa batalla, a él y a sus más fieles seguidores, se les llamará siempre los "ayacuchos".
De vuelta a España, paso por varios sitios y cargos, entre ellos, por Logroño, donde conoció y se casó con Jacinta, el amor y la compañera fiel de toda su vida.
Estatua de Espartero en Logroño
En esas estamos, cuando en 1833, tras la muerte de Fernando VII, y el nombramiento de Isabel II, estalla la Primera Guerra Carlista, ya que el tío de Isabel, Carlos María Isidro, no aceptó tal nombramiento y argumentó su legítima defensa a poseer la corona española. La guerra de origen hereditario, era, en realidad, una guerra ideológica y de modelo de Estado, ya que se enfrentaban dos concepciones distintas de la política de entonces, el absolutismo y el liberalismo. Espartero, seguidor del liberalismo desde los tiempos de Cádiz, se mostró partidario de la causa isabelina. A Espartero se le atribuye una frase que ejemplifica su ideología liberal: “Cúmplase la voluntad de la nación”.
En la guerra carlista, mostró de nuevo su casta de militar atrevido y estratega, llegando a ser nombrado general en jefe del Ejército del Norte y virrey de Navarra. Su mayor hazaña la logró en la batalla de Luchana, donde enfermo y con elevada fiebre, dejó su lecho para arengar a sus soldados y dirigir la batalla que supondría romper el cerco que las tropas carlistas tenían sobre Bilbao y, cuya previsible caída, hubiera supuesto un cambio de signo de la guerra y, quien sabe, de la Historia de España. La victoria de Luchana convirtió a Espartero en héroe nacional y el titulo de conde de Luchana. A partir de ese acontecimiento, la guerra se decantó del lado isabelino y, Espartero, como máxima autoridad del ejército isabelino en el Norte, negoció la rendición de los carlistas, que fue consumada por el famoso “Abrazo de Vergara” de 1839, cuando el general Espartero se abrazó con el general carlista Maroto, en presencia de las tropas de ambos ejércitos. Ese abrazo escenificaba un acuerdo en el que los carlistas depondrían las armas a cambio de que los oficiales y soldados de su ejército se incorporaran al ejército regular isabelino y que los fueros vascos y navarros serían respetados por el gobierno. Así, que ya veis, un final sin humillación, ni venganza, ni represión hacia los perdedores, también españoles, sino conciliación y respeto… lo que le granjeó el nombre de el “Pacificador de España”. Curiosidades de la Historia, cien años más tarde, terminaría otra guerra entre españoles, pero esta vez, el general victorioso, si impuso la represión y la venganza como medio de “conciliación” entre españoles… ¡qué la Historia juzgue a cada uno!

El final victorioso en la guerra carlista, lo convirtió en el personaje más famoso de España, nombrado duque de la Victoria, lo que hace, que los dos grandes partidos políticos del momento, el progresista y el conservador, ambos liberales, busquen el respaldo de Espartero, que se decantará por el progresista, lo que viene siendo la izquierda de la época (si, había militares de izquierda y de derecha…), y se convertirá en su figura más importante. Así, que el condecorado militar se convirtió en líder político del momento. Por entonces, la regente María Cristina era quien “mandaba” en España, y se conocía perfectamente su matrimonio morganático, a escondidas de los españoles y, sobre todo, eran conocidos sus “chanchullos” políticos, ya que la regente era conocida por su enriquecimiento personal a costa del erario público. En 1840 estalló una revuelta contra la regente, que acabó con María Cristina en el exilio y Espartero como regente de España, ante la todavía minoría de edad de Isabel II.
La regencia de Espartero duro poco, apenas tres años, contando desde el principio con la oposición en el exilio de María Cristina y de los moderados, liderados por otro general, Ramón María Narváez e, incluso, de un sector del progresismo, que le atribuían cierto autoritarismo en el gobierno.
Liberal convencido, Espartero negoció un tratado de libre comercio con Inglaterra, que supondría una bajada de aranceles a los productos ingleses, lo que provocaría la llegada masiva de textiles británicos a España más baratos… pero claro, eso iba en contra de los intereses de la única zona de España donde estaba asentada la industria textil, Cataluña, por lo que la firma de ese tratado, provocó una intensa sublevación en Barcelona, que fue contestada por Espartero con el bombardeo de la ciudad desde el castillo de Montjuic, lo que supuso cientos de víctimas y la caída de su prestigio. A Espartero también se le atribuye la frase: ”A Barcelona hay que bombardearla al menos una vez cada cincuenta años”, que parece más un bulo, que real, porque décadas después, siguió existiendo en Barcelona una fuerte admiración a Espartero, sobre todo, entre la clase trabajadora. En 1843, otra sublevación, dirigida por Narváez, acabó con la regencia de Espartero, y la marcha del general al exilio a Inglaterra, donde fue agasajado con honores y visitado por ilustres personalidades como el duque de Wellington y recibido por la propia reina Victoria.
En 1848, regresó a España, restituido en sus cargos y honores, y todavía con enorme prestigio político y social, aunque vivió alejado de la vida política española en Logroño, hasta que en 1854 tras una nueva revuelta (no había elecciones limpias, por lo que los pronunciamientos y revueltas era la única forma de llegar al poder por parte de la oposición, menos más que hoy en día, no hay ningún partido político que arengue sublevación o golpes de Estado...), la llamada Vicalvarada, supuso el inicio del Bienio Progresista, en la que fue nombrado durante un tiempo Presidente del consejo Ministros, pero sus desavenencias con O’Donnell, el otro personaje importante de este periodo, le hizo de nuevo regresar a su retiro tranquilo y cómodo en Logroño donde viviría en resto de sus días, a pesar, de que pudo ser rey.
Y es que en 1868, había triunfado una revuelta o revolución, la llamada “Gloriosa” que había provocado la caída de Isabel II. Los protagonistas del cambio político, los generales Prim y Serrano, tenían claro que España debía seguir siendo una monarquía, pero no en manos de los Borbones. Así, que el propio Prim, ofreció a Espartero la posibilidad de ser coronado rey de España, ofrecimiento que fue rechazado alegando sus problemas de salud por su longeva edad. Eso sí, pronóstico, que la corona no debía recaer en manos de una dinastía extranjera, porque duraría poco y, así fue, finalmente sería nombrado rey de España el italiano Amadeo I de Sabaya, que apenas duraría un año y poco en el trono.
Finalmente, Espartero moriría en su retiro riojano en 1879, siendo su entierro catalogado como de Estado, y con gran admiración y reconocimiento de los españoles que vivieron ese siglo convulso y agitado que fue el siglo XIX.
En 1886 se esculpió la primera estatua ecuestre en honor del Príncipe de Vergara y, quizás, el escultor Pablo Gisbert, quiso mostrar con el tamaño exagerado de los testículos del equino la valentía y temeridad que siempre demostró Espartero en el campo de batalla, donde sin duda, fue uno su principal campo de acción. 
Así, que ya sabéis, si os encontráis en una situación de difícil, como puede ser un confinamiento de más de cuarenta días, echadle más cojones que el caballo de Espartero, que seguro que lo superáis.

sábado, 18 de abril de 2020

Una capa y un sombrero bien vale una revuelta


Una característica que han mantenido los españoles a lo largo de los siglos es su recelo y rechazo a las imposiciones que vengan de fuera, o las que vengan desde adentro, pero impuestas por extranjeros o sucedáneos. Así hemos rechazado a reyes, como al propio Carlos I (algún día contaré la revuelta de los comuneros), a José I Bonaparte (a este nos lo colocó su hermano Napoleón), a Amadeo I de Saboya (Si… tuvimos un rey italiano, y puesto por españoles y amparado por una constitución, eso sí… duró poco); hemos rechazado, pero acatado por más narices, tratados de paz, como los de Utrecht de 1713 o París de 1898; más recientemente, hemos rechazado imposiciones de la Unión Europea de salvaguardar el pago de la deuda y de rescatar a los bancos con miles de millones de euros…o no?... ahora no lo tengo claro.
Pues bien, en 1766, siendo rey de España Carlos III, el de la Puerta de Alcalá… miralá, miralá, mirala, ahí está viendo pasar el tiempo, la Puerta de Alcalá (alguna vez habréis cantado la canción de Ana Belén… digo yo…)… ya me he desviado… como decía, en 1766 se lio una gorda en Madrid, ni el 23F, 15M, ni 8M, ni 20N,… cuando un ministro italiano, Leopoldo de Gregorio, marqués de Esquilache, prohibió mediante un bando el uso de la capa larga y el chambergo o sombrero de ala ancha, con la buena intención de evitar robos, violaciones y todo tipo de altercados, puesto que los delincuentes utilizaban estas prendas para embozarse (lo que viene siendo taparse el rostro) y esconder armas, lo que fomentaba este tipo de delitos amparados en el anonimato que les otorgaba dichas capas y sombreros. La buena intención del ministro italiano, pronto sonó a imposición extranjera, a un ataque contra las prendas tradicionales españolas… así que, con los intereses palaciegos siempre de por medio, la gente se movilizó y se produjo una dura revuelta en Madrid, que ha pasado a la Historia de España como el “Motín de Esquilache
"Motín de Esquilache, atribuido a Goya"
Estamos en pleno siglo XVIII, el “Siglo de las Luces”, el de la Ilustración, donde estaban surgiendo intelectuales o pensadores, que piensan (aunque sea una redundancia, hay por ahí cada supuesto “pensador” que dudo mucho que desarrolle ese ejercicio mental), los llamados ilustrados (seguros que conocéis a los tres franceses más conocidos… Montesquieu, Rousseau y Voltaire… y no… no son los tres mosqueteros, ni juegan en el PSG), que estaban por entonces cuestionando los pilares básicos del sistema sociopolítico y económico de la época, el Antiguo Régimen, lo que viene siendo, que empezaron a criticar la monarquía absoluta (el rey tiene todo el poder pro gracia divina, y el resto, como súbditos, a obedecer y callar) y la sociedad estamental (os suena lo de nobleza y clero, los privilegiados, y el tercer estado…la inmensa mayoría y no privilegiados, los que tienen que currar y pagar los impuestos). Pues bien, ante estas ideas que van calando en la gente, los reyes y nobles, que no son tontos... bueno, con alguno no lo tengo claro (véase mi relato sobre Carlos II)... van a desarrollar una nueva política, basada en el desarrollo de un conjunto de reformas económicas, educativas, culturales, pero no políticas y sociales… que se va a llamar Despotismo Ilustrado, que se resume en su famosa frase: “Todo para el pueblo, pero sin el pueblo” … Traduzco… Se van a llevar a cabo reformas para mejorar las condiciones de vida de los súbditos (recalco esto, por que se carece de derechos y libertades), pero sin contar con ellos (todavía estaba lejos lo de hacer elecciones y elegir a nuestros representantes, aunque nos equivoquemos…).
Carlos III
El rey que representa en España el Despotismo Ilustrado es el mencionado Carlos III, que antes de ser rey de España, había hecho el rodaje como rey de Nápoles y de Sicilia durante más de 20 años, donde aplicó esa política de reformas de manera exitosa amparadas en ese ambiente de la Ilustración. Hay que decir, que Italia como estado todavía no existía (todavía les quedará un siglo), y el reino de Nápoles, perdido por España en Utrecht, se había recuperado como una especie de “equipo filial”, donde hicieron el rodaje los hijos de Felipe V, como Carlos, que, en 1759, ascendió al primer equipo, y se convirtió en Rey de España... y, seguramente, de los mejores que hayamos tenido. 
Carlos III continuó en España su política de reformas, como la repoblación de Sierra Morena y otras zonas (se fundaron pueblos como la Carolina en Jaén o Prado del Rey en Cádiz… que sería de Bandoleros sin este rey…), reformas educativas, reformas militares para crear una potente armada (Carlos III creó la bandera roja y gualda para identificar a los barcos españoles en el océano, pues ese era el cometido de tales banderas, y ¿cuál representaba a España?, pues el escudo del rey, puesto que España era suya, es lo que tiene la monarquía absoluta). Para llevar a cabo estas reformas, se trajo de Nápoles a los ministros que habían colaborado con él en tierras transalpinas, como Grimaldi y Esquilache.
Pues el tal Esquilache se había propuesto aplicar en Madrid un programa de reformas para modernizar la villa, cuya insalubridad, inseguridad y suciedad, en general, eran consideradas indignas para la ciudad donde se localizaba la Corte… imagínense como serían el resto… Estas reformas incluían la limpieza, adoquinado e instalación de alumbrado en las calles, la construcción de fosas sépticas (para acabar con lo del “agua va” y que las aguas fecales se discurrieran por las calles), todo ello, acompañado con la creación de paseos y jardines. En este amplio programa de reformas se incluye la prohibición de vestir o usar la capa larga y el sombrero de ala ancha para reducir la delincuencia, que, desde el primer momento, fue vista como una imposición extranjera.
Además, las imposiciones en épocas de crisis sientan peor… y eso es lo que sucedía realmente… porque fue el hambre el verdadero motivo de la revuelta. Y es que, por entonces, los españoles estaban sufriendo una subida brutal de los precios de los alimentos de primera necesidad, especialmente el pan, fundamental en la dieta, que había duplicado su precio en cinco años, de tal manera, que con un jornal diario de entre dos y ocho reales, se podía comprar entre dos y tres libras de pan (entre 1 y 1,5 kg, para que os hagáis una idea). Así, que las familias humildes, la mayoría, lo estaban pasando "canutas", sobre todo, en ese inicio de la primavera de 1766, cuando se agotaban las reservas del año anterior y, ya se sabe, lo de la oferta y la demanda…
Al bando, a la subida de precios, se suma las intrigas palaciegas entre nobles por acaparar poder y riquezas… junto a las rivalidades entre órdenes religiosas, ya que los jesuitas estaban consiguiendo mucho poder y apoyo entre la muchedumbre madrileña, junto al voto de obediencia al papa y no al rey que tenía esta orden, lo que era visto con recelo.

Con la publicación del bando de prohibición de las prendas protagonistas de este relato, los alguaciles empiezan a recortar las capas largas de algunos atrevidos y a imponer multas, aunque algunas se pierden por el camino, todo sea dicho… 
Poco a poco, los madrileños comienzan a “calentarse”, hasta que el 23 de marzo, Domingo de Ramos, se desencadena el motín, con los madrileños asaltando cuartelillos, arrancando adoquines, rompiendo farolas, al grito de “¡Viva el Rey! ¡Viva España! ¡Muera Esquilache!” por que claro, la culpa era del ministro, el rey no tenía nada que ver… a lo sumo diría “lo siento mucho, me he equivocado, no volverá a ocurrir” … La gente se dirigió a la casa de Esquilache, pero este ya se había quitado de en medio… aunque se pudo quemar un retrato del marqués en la plaza Mayor.
El motín duró varios días más, con varios muertos y disturbios que se extendieron por toda España, terminando con el rey, Carlos III, cediendo, en parte, a las peticiones de los amotinados, al revertir el bando y destituir a los ministros italianos, empezando por el propio Esquilache, que se tuvo que volver a Sicilia y sustituido por españoles, como el conde de Aranda, Campomanes o Floridablanca. Además, se acusó a los jesuitas de haber promovido o alentado el motín, por lo que la Compañía de Jesús fue expulsada de todos los territorios de la Monarquía española en 1767. Esto no está claro, pero la "Pesquisa" o investigación llevada a cabo, y muy condicionada por quien la hizo... así lo determinó.
Con el tiempo, por cuestiones de moda o quien sabe, la capa larga y el chambergo fueron desapareciendo de la vestimenta típica de los madrileños, pero esta vez, por iniciativa propia, y no por imposición extranjera.
Carlos III ha pasado la historia como el "Alcalde perpetuo de Madrid" y un gran rey (cierto en comparativa con el resto). mientras que Esquilache no ha tenido tan buena prensa, a pesar de ser él quien promovió la modernización y embellecimiento de la capital de España... ya se sabe, la Historia la escriben los vencedores...

domingo, 12 de abril de 2020

El hundimiento del Maine


Lo de inventar o perpetrar excusas para entrar en una guerra no lo inventó el trío de las Azores en la guerra de Iraq… ¿os suena los de las armas de destrucción masiva?, viene desde la Antigüedad, y ejemplos hay cientos, ¿os acordáis también lo de la oreja de Jenkins?). Pues bien, una de las mayores y trascendentales excusas, por lo que menos en lo que a nuestro país respecta, es la del hundimiento de barquito en el puerto de la Habana, el USS Maine, que hizo que EE.UU. declarara la guerra a España, la cual resultaría trágica para nuestro país, puesto que perderíamos nuestras últimas posesiones de ultramar, las colonias de Cuba, Puerto Rico y Filipinas, además de suponer un marasmo psicológico y anímico, un durísimo golpe para la opinión pública española, que empezó a ser conocido como la  Crisis del 98, seguro que sabéis que hasta una generación literaria surgió de aquella crisis, con escritores como Antonio Machado, Unamuno, Pío Baroja, …  que mostraron la decadencia política y social de la España del desastre colonial y mostraron la realidad de una época de urgente transformación, de regeneración como se llamó entonces…

Tras la independencia de la mayor parte del imperio a inicios del siglo XIX, sólo las islas antillanas de Cuba y Puerto Rico, y el archipiélago de las Filipinas, en el sudeste asiático, continuaron formando parte del imperio español (también algunas islas del Pacífico como las Marianas o las Carolinas). Sin duda alguna, la niña bonita era Cuba, cuyo tabaco y, sobre todo, la caña de azúcar (no por el ron, si no por el azúcar…, ¿a qué ya estáis pensando en caciques, negritas o barcelós con cola?), eran de vital importancia para la economía española, siempre moviéndose en el alambre, con déficit y deudas como síntomas crónicos de la salud financiera española.
            Desde 1868 se habían iniciados varias insurrecciones, como la llamada “Guerra de los Diez Años” en Cuba, contra el centralismo peninsular, que impedía cualquier tipo de autonomía administrativa, a parte de la ausencia de derechos políticos de representación en las Cortes. Las promesas para frenar esas insurrecciones pronto quedaron en el papel…  Además, estaba el asunto de la esclavitud… no penséis que la caña de azúcar se recogía con máquinas cosechadoras, para ello estaban los esclavos que “altruistamente” recogían tan preciado botín para endulzar los dulces y cafés en la Península, donde ya había un fuerte movimiento a favor por su abolición, lo que iba en contra de los intereses de los hacendados cubanos (todos blancos y de origen peninsular). No será hasta la década de los 80 de ese siglo cuando se prohíba la esclavitud en Cuba y el resto de colonias… tarde, pero llegó al fin.
            Por aquellos entonces, Estados Unidos, en pleno desarrollo y despegue industrial, recibía a millones de inmigrantes europeos que buscaban una nueva oportunidad y, además, ayudar construir ese enorme país en plena expansión hacia el Oeste (alguno sería el tatarabuelo del presidente de color naranja que tienen ahora… y mejor lo dejo ahí…), a la vez que iban aniquilando o “encerrando” a los verdaderos americanos en “reservas” (seguro que todos habéis visto algún “western” donde aparecen esos crueles pieles rojas despellejando cabelleras de valerosos soldados americanos, todos muy rubios…  enciman les llamaban salvajes, ¡qué manera de desvirtuar y manipular la realidad! … ¿creéis que ahora no se hace?).
Pues nada, que los yanquis empezaron a expandirse, adquiriendo Hawái y Alaska, y ¿adivináis donde pusieron su siguiente objetivo e interés?... Pues sí, en Cuba… en su azúcar y tabaco. Además, el presidente americano de entonces había desarrollado la doctrina Monroe (“América para los americanos”) para reivindicar sus legítimos intereses en Cuba, frente a los europeos (aunque tengo mis dudas si los americanos de entonces, como los de ahora, sepan con certeza que España esté en Europa…). Como hicieron con Alaska, que se la compraron a los rusos, la primera intentona fue comprársela a los españoles (décadas antes ya les habíamos vendido la Florida… ¿os imagináis qué negocio tendríamos con Disneyland si ese territorio todavía fuera nuestro? En este caso, el gobierno español rechazó la venta… humildes, pero con honra.
            Puesto que los españoles se negaron a vender la isla, los americanos cambiaron de estrategia y empezaron a insuflar dinero los independentistas cubanos, liderados por José Martí, además de proporcionarles armas y armamento. Paralelamente, la prensa americana empezó a preparar el terreno, engordando la leyenda negra que desde tiempos de Felipe II se había creado para desprestigiar a España y justiciar guerras, conquistas, etc. (lo de la leyenda negra persiste, solo hay que leer la prensa indepe catalana o escuchar a sus voceros o trileros… ¿os suena lo de España nos roba?).

Así, con la jugosa e intencionada ayuda norteamericana, José Martí y sus correligionarios se levantaron en armas en 1895 con el llamado Grito de Baire. Desde un primer momento, los insurrectos cubanos llevaron a cabo una táctica de guerrillas, de hostigamiento continuo hacia las tropas españolas, volando trenes y destruyendo las plantaciones y el ganado y, claro, matando a  jóvenes españoles que no disponían de las 1.500 pesetas que en aquellos tiempos te permitían librarse de la guerra (por entonces, el servicio militar y, por extensión, luchar en una guerra, podía ser librado por el pago de esos 9 euros de hoy en día, una verdadera fortuna para la mayoría de familias españolas, pero fácilmente asequible para la clase burguesa … ¿adivináis los hijos de quienes morían siempre en la guerra?).
Mientras la guerra seguía con crudeza, llegó a la presidencia americana un tal McKinley, que desde el primer momento mostró gran interés por el conflicto hispano-cubano e inició un tono belicista contra España, muy bien acompañada por la prensa norteamericana, criticando de manera exacerbada la dureza ejercida contra los cubanos, caricaturizando a los españoles y, en definitiva, preparando el terreno para un previsible y deseado conflicto con ese viejo país europeo. Así que se necesitaba una excusa que encendiera la mecha para la guerra…

            Y. ¡casualidad!, en febrero de 1898, en el puerto de la Habana se encontraba un acorazado estadounidense para velar por los intereses norteamericanos en la isla, el famoso USS Maine. Más bien estaba para intimidar y amenazar… Pues bien, a las 21:40 del 15 de febrero, reventó… explotó y se hundió de forma inesperada, provocando la muerte de más de 250 norteamericanos, 254 marineros de tropa y 2 oficiales para ser precisos, (el resto de la oficialidad estaba de permiso, ¿curioso?)
¡Premio! … ahí estaba la anhelada excusa… así que de manera inmediata y contundente la prensa y el Gobierno de Estados Unidos culparon a España de la voladura, claro está, sin pruebas y sin esperar a la investigación pertinente. Así titulaba de New York Journal: “El barco de guerra Maine partido por la mitad por un artefacto infernal secreto del enemigo”. Había, incluso, quien había visto a un individuo en un bote arrojando una bomba… que potencia tendría el individuo y la bomba…o un torpedo…
Aunque con los resultados ya determinados, como suele ocurrir, se crearon dos comisiones (una americana y otra española, porque ni para esto se ponían de acuerdo) para investigar las causas del hundimiento. La comisión americana determinó que la explosión había sido provocada y externa… una mina colocada debajo del buque… (le faltó decir encima de una paellera). La española concluyó la explosión era debida a causas internas (No hubo columna de agua, ni siquiera había peces muertos en el puerto, lo que sería normal en una explosión desde el exterior).

Parece ser, que la causa más probable pudo ser que una de las calderas estallara o que se prendiera fuego en la carbonera donde se guardara el carbón, que prendería el almacén de pólvora adjunto, siempre de forma accidental… pero… ¡Qué más daba! La opinión pública norteamericana, bien adoctrinada, lo tenía claro…España era la culpable.
Lo primero que hicieron los yanquis fue ofrecer otra compra de la isla (¿A cuánto estaría el kilo de isla en aquella época?), oferta que fue tajantemente rechazada por el gobierno español, ya que preferían una derrota honrosa antes que una paz comprada. Además, en estos momentos de crisis, es cuando el patriotismo se enardece… La prensa española no era menos que la americana y con igual tono belicista y nacionalista alentaba a la guerra. ¡Los hijos del Cid derrotarían a los del tío Sam!

EE. UU. subió el nivel de amenaza… mandó un ultimátum en el que se exigía la retirada inmediata de Cuba (aunque antes de recibir respuesta, ya estaba movilizando voluntarios para la guerra), lo que fue nuevamente rechazado por el gobierno español, que seguía negando cualquier vinculación con el hundimiento del Maine, declarándole la guerra en caso de invasión de sus territorios.
            Justo lo que quería Estados Unidos, que en abril declaró la guerra a España. Y la verdad, fue breve…decidiéndose en el mar por la enorme superioridad naval estadounidense.
Primero, la flota de Estados Unidos, anclada en Hong Kong, se dirigió a Filipinas, destruyendo a la débil flota española, en dicho archipiélago, el 1 de mayo, en Cavite y el 14 de agosto cae Manila sin oponer resistencia, cuando ya se había firmado el armisticio.
En Cuba, el 3 de julio la flota del almirante Cervera, resguardada en la bocana del puerto de Santiago de Cuba, salió a enfrentarse de forma temeraria y estúpida a la muy superior estadounidense del almirante Sampson, que la esperaba fuera… y claro, fue totalmente destruida por la escuadra y el 17 se rendía Santiago de Cuba. A finales de julio las tropas estadounidenses desembarcaban en Puerto Rico.

            El 10 de diciembre de 1898, por el Tratado de París, España renuncia a Cuba y cedió a Estados Unidos Filipinas y Puerto Rico y la isla de Guam en el archipiélago de Las Marianas a cambio de 20 millones de dólares. Cuba se convirtió en una República independiente, aunque bajo la “supervisión” de Estados Unidos, mientras que Puerto Rico y Filipinas quedaron bajo administración directa de los estadounidenses.
            La pérdida de las últimas colonias fue conocida en España como el desastre del 98, y marcará el devenir político, económico y social de España en las primeras décadas del siglo XX.

jueves, 9 de abril de 2020

Sones de Jueves Santo

Jueves Santo, Madrugada. Todo un pueblo se reúne en torno a las estrechas calles que recalan en la casa hermandad de los jesuistas. Unos nazarenos con capas blancas se acercan a la puerta, todavía cerrada, de la "capilla". A pesar del gentío, se hace el silencio, personas y pájaros callan expectantes... el hermano mayor toca potentemente la aldaba de la puerta, "!Abran la puerta a Nuestro Padre Jesús!"... y una Cruz de guía hace su aparición portada por nazarenos de túnicas "morás" y las mismas capas blancas e impolutas. Inmediatamente, un rosario de nazarenos sueltan sus colas al suelo para iniciar su largo caminar por las calles del pueblo. 
Llega el momento más esperado... mientras muchos horquilleros salen a la calle en dos filas bien formadas, el resto acercan el trono a la puerta. El silencio se hace más patente. Los pájaros se callan, los murmullos desaparecen, sólo se oye las respiraciones entrecortadas de los horquilleros. Al toque del capataz, el trono se eleva a las manos de sus portadores. Cuando el primer varal asoma, los primeros sones del "Himno de España" rompen de pronto el silencio espectral vivido hasta ese momento. El trono sale completamente,... ¡al hombro! y se dispone para encarar la calle La Fuente. Cuando mira de frente a los Frontones, el capataz toca la campana para que los hermanos horquilleros cojan el paso e, inmediatamente, suenan los clarinetes, son los primeros acordes de "La Madrugá". El trono avanza poco a poco al compás de esta fabulosa marcha de Abel Moreno, con las tubas haciendo escalas que marcan el ritmo... hasta que un clarinete y saxo dialogan y se contestan al paso de los horquilleros....y de pronto... cuando el trono se acerca al jardín, las trompetas y trombones rompen con las primeras luces del alba.
La calle San José acoge solitaria y silenciosa al trono de Padre Jesús. Tras la "levantá" suena una marcha suave y armoniosa, "Valle de Sevilla", que crece conforme el trono avanza, con trombones y tubas marcando el paso y un clarinete anunciando la llegada al Asilo.
Los gorriones alborotados acompañan con sus trinos el toque de campana.. El gentío enmudecido ve pasar al Nazareno por la glorieta, mientras que la marcha "Santísimo Cristo del Desamparo y Abandono" acompasa el paso firme de los horquilleros el ascenso por la calle Cordones. Tras las últimas notas, suena la campana para anunciar una nueva parada que ayude a reponer las fuerzas necesarias. Jadeos de esfuerzo, alguna capucha se abre tomar más aire, pero el silencio es sepulcral. Para tomar impulso y entrar con fuerza en la plaza de la Iglesia, los trombones y trompetas interpretan con fuerza el inicio de la marcha "Procesión de Semana Santa". Ya está el trono arriba. El pueblo espera...
Antes de llegar a la Plaza, el trono se eleva al son de la marcha malagueña "Alma de la Trinidad", que escoltará suavemente a Padre Jesús por la plaza de la Constitución, mientras los rayos de luz ilumina más que nunca la cara del cautivo, triste pero orgullo de su pueblo. 
Una nueva parada... jadeos de orgullo y satisfacción... pero silencio, sólo se oye al capataz: "Vamos señores que el pueblo espera a Nuestro Padre Jesús", y suena los primeros acordes que lleva de la macha que lleva su nombre, que Emilio Cebrián debió componer pensando en el Nazareno de Arriate. 
Se llega a la calle Ronda, no hay carrera oficial, pero la multitud espera desde hace rato la llegada su Señor y suena la marcha "Mi Amargura"... tubas y clarinetes discuten en armonía, mientras una flauta se hace sonar para poner paz, las trompetas se unen, todo crece, hasta que un compás basta para calmar la situación... los clarinetes se sienten protagonistas, dialogan, se balancean, alguna trompeta quiere hacerse notar.. pero serán los saxos los que tomarán el protagonismo... una flauta colérica está anunciando el punto álgido... los trombones y tubas rompen con fuerza...hasta que los clarinetes vuelven al mismo debate suave, con un bombardino que canta solo y acompasado... silencio... un saxo solitario entona una melodía triste y cautivadora... se unen más madera, al contracanto crece... y de pronto... rompen las cornetas para anunciar que llega el final mientras que se gira hacia la calle Marbella,  toque de campana y el trono se baja con suavidad y orgullo. 
Con los sones de la marcha "Cristo del Amor" el trono asciende majestuoso, izquierda, derecha,  pero siempre avanzando.... crece la marcha, el paso se hace más firme y seguro. Tras el esfuerzo de la calle, el trono se para junto a la Cruz de Mayo, antes de enfilar el estrecho tramo que lleva a la calle Majuelo. Suena "Callejuela de la O" para cortejar a los horquilleros por las estrecheces de la calle.
Una vez supera la difícil maniobra de inicio de la calle "torcía", suena "Virgen de los Estudiantes" donde las tubas marcan el paso a uno horquilleros cansados, que vienen subiendo el pueblo desde el Asilo, y paso a paso irán subiendo la calle conforme esta se abre para recibir a Padre Jesús.
Una vez en la calle Málaga, suena "Hosanna in Excelsis", para marcar el paso en el descenso por los tramos de esta calle. Tras una primera parada en esta larga calle, el trono se sube al compás de la marcha "Bajo tu manto", del compositor arriateño David Rueda, donde las tubas recuerdan al maestro... que seguramente acompaña desde su balcón privilegiado. La calle Málaga se despide con los sones de la marcha "La sangre y la gloria", que custodiará al Señor conforme se acerca a la Albarrá, con elegancia y prestancia, pero sin desistir en el avance permanente.
Cuando llega a dicha plaza, el trono andará conforme a los sones que le marca la marcha "Caridad del Guadalquivir", en la que la melodía irá creciendo conforme el trono se acerca al río de Arriate, para hacerse escuchar ante el rumor constante de las aguas, que también quiere su protagonismo.
El trono llega al puente y lo recorrerá con la marcha "Macarena" de Emilio Cebrián, donde sus sones taurinos prepara la llegada de la mayor cuesta que habrá que afrontar en el día, las Casas Nuevas. Tras una breve parada, los horquilleros toman aire, levantan con celeridad el trono y suena "Hermanos costaleros" para recompensar a esos horquilleros que con paso rápido y seguro suben con firmeza el tramo empinado de la calle. El esfuerzo ha merecido la pena, ya están en lo más alto, los horquilleros resoplan y suena "Arroró", donde clarinetes y saxofones acompañará al trono hasta "asomarse al pueblo".
En un momento dado, el trono cambia de trayectoria, y el capataz dirige el trono hacia el muro, suena... "Al señor de Arriate", porque el nazareno está contemplando orgulloso su pueblo, mientras dos trompetas debaten y se pelean por ser la protagonista...
Llega un momento difícil, bajar por los "molinitos", pero con paso constante y decidido, al son de "Pasan los campanilleros", en la que las campanas ayudan a bajar con decisión la empinada cuesta. El sol aprieta, pero nadie desfallece...
 El trono ya está en el Huerto y en su peculiar trayectoria sonarán dos marchas, la gran marcha "Amarguras" y, conforme se acerca al puente "Rocío", donde el flautín se mezclará con el sonido del río y su sonido llegará a todos los rincones del pueblo. De pronto, una muchedumbre espera el paso del Nazareno. Tras una desgarradora saeta arriateña, suena como no podía ser menos, " La Saeta", donde las trompetas vuelven a tomar protagonismo y como el viento que hace acto de presencia moverán con sus sones la melena natural del cautivo.
Queda poco, la calle Molino recibe al trono con la marcha "Virgen del Valle", donde su suavidad y tranquilidad deslizará a los hermanos horquilleros antes de afrontar su último gran esfuerzo. Para enfilar la cuesta que da nuevamente al Asilo, sonará "A ti Manué" donde el solo de una trompeta anunciará de forma brillante que Padre Jesús se acerca... De nuevo aparece la glorieta, donde esperan expectantes los ancianos de la Residencia a que pase su Nazareno, mientras se interpreta "Suena el Silencio", porque a pesar de la multitud, se oye el silencio, donde los ancianos imploran a su Nazareno. Los clarinete cantan al compás de las lagrimas que se resbalan por las mejillas de los allí congregados.
Una nueva parada, ya que queda el último "tirón". Antes de la capilla de los cristinos sonará "Cristo de la Presentación", marcha que anuncia el saludo y presentación de respetos que nuestro Padre Jesús realizará ante el Santísimo Cristo de la Sangre, que aguarda solemne en su capilla la llegada del cautivo. En un momento, las dos imágenes se miran cara a cara. Se hace el silencio... Hasta el año que viene.
Finalmente, el Nazareno se dispone a afrontar el final de su largo recorrido, mientras, nuevamente, una multitud espera callada. Como pueblo cofrade y "semanantero", en Arriate suena "Sevilla Cofradiera", última marcha que le acompaña hasta el callejón que da a su morada, con sus sones "in crescendo" a la vez que Padre Jesús es vuelto por sus horquilleros para que los arriateños despidan a su cautivo de mirada triste. Tras los breves acordes del himno, Padre Jesús se encierra nuevamente en su capilla, mientas lagrimas y abrazos se reparten por su estrecha capilla. 

martes, 7 de abril de 2020

Plumas y espadas en la cama de Isabel II


La España del siglo XIX fue muy convulsa y ajetreada (pronunciamientos continuos, guerra de independencia, guerras civiles, una revolución, abdicaciones varias, …), pero para ajetreo, ajetreo… la alcoba de Isabel II, donde más de una mañana aparecía un sable distinto y la misma pluma…
Con apenas tres años, Isabel II heredó la corona de España tras la muerte de su padre, el cenutrio de Fernando VII y eso, que le había costado al rey “Felón”, pero al cuarto matrimonio, con su sobrina María Cristina, fue la vencida, y tras alguna ayudita y la abolición de la “Ley Sálica” de por medio, que impedía a las mujeres reinar en España, en 1833 empezaba el reinado de esta reina que será famoso por el “error” de su matrimonio y por la multitud de amantes que le acompañaron en sus treinta y cinco años de reinado e, incluso, en el exilio posterior.
Isabel II
Hay que partir de la base que con tres añitos heredó todo un imperio, aunque menguante (ya se había perdido la mayor parte de América, y solo nos quedaba Cuba, Puerto Rico y Filipinas… para que se entienda…llevábamos siglos codeándonos con los mejores en la “Champions league” y ahora luchábamos por no descender a Segunda división, petardazo que se consumaría en el 98…) y que siempre estuvo rodeada de interesados, crápulas y oportunistas que vieron en ella la gran oportunidad de enriquecerse y servirse del poder.
La primera que se aprovechó fue su madre, María Cristina de Borbón, nombrada regente ante la minoría de edad de Isabel. Desde el primer momento se desentendió de la educación de su hija y de darle el cariño necesario, y se preocupó más en encontrar el amor ante su temprana viudedad y… vaya si lo consiguió, ya que, a los dos meses del fallecimiento de su marido, ya estaba “liada” con un sargento de la Guardia de Corts, Fernando Muñoz Sánchez, con el que contrajo matrimonio en secreto, aunque los continuos embarazos dificultaron mucho el ocultamiento de tal relación, como se decía en las tabernas de la época: "La regente es una dama casada en secreto y embarazada en público". La regente siempre buscó controlar y manipular a su hija en beneficio de sus propios intereses y enriquecimiento personal. llegando a tal nivel de corrupción y desvergüenza, que fue expulsada de la regencia y sustituida por Espartero, general victorioso en la I Guerra Carlista. Este duró tres años en la regencia, enfrentados con todos por su carácter autoritario y tras bombardeo de Barcelona incluido (A él se le debe la frase: "por el bien de España, hay que bombardear Barcelona una vez cada cincuenta años", de la que hoy muchos estarían de acuerdo…).
Además, durante estos años, su educación fue deficitaria, centrada en la formación doméstica, en la religión y en la práctica del piano, evitando cualquier estudio humanístico y político, ya que, los buitres e interesados que tenía alrededor de ella, partían de la base de que cuanto más ignorante permaneciera, más fácil resultaría servirse de ella y de su cargo. Así, poco a poco, se fue fraguando el carácter de la reina, descrita en la mayoría de los casos, como alegre y generosa, pero también caprichosa y excesivamente apasionado y temperamental, lo que después se trasportaría a una vida sexual igual impulsiva.
Y con este bagaje formativo, es nombrada reina a los 13 años, a cargo de un todo un país como España, en proceso de revolución industrial y desarrollo de los transportes (el primer tren ferroviario circuló en 1848… imagínense los “pelotazos” en las concesiones de construcción de vías…) y que mejor manera de influir y de aprovecharse de la adolescente reina, que ser el primer amor, aquél que desflorara su virtud… así que rápidamente estos “buitres” se lanzaron en conseguir tan preciado botín… Y ese premio, parecer ser, que se lo llevó Salustiano Olózaga, líder del partido progresista y presidente del consejo de ministros, con fama de galán y conquistador, que pudo ser el primer amor de la reina con apenas 14 años. Como no, se aprovechó de ella, y en una noche de pasión, consiguió u obligó a la reina a disolver las Cortes (de mayoría moderada) para convocar elecciones y conseguir una mayoría de su partido, aunque al día siguiente, Isabel II, arrepentida o presionada por los moderados, intentó revocar la firma del decreto argumentando la utilización de la fuerza física, lo que conllevó la caída en desgracia de Olózaga e, incluso, su posterior exilio de España.
Y llegó el momento de casarla, cuestión de Estado, que podría afectar al equilibrio de la política internacional europea… Hubo multitud de candidatos, que fueron valorados en función de los intereses internacionales y particulares de la regente y de los partidos políticos del momento… sin contar, por supuesto, con la opinión y deseos de Isabel… así que la decisión fue la peor, aunque la menos molesta a nivel interno e internacional, ya que el elegido fue su primo Francisco de Asís… solo basta mencionar el comentario que hizo la propia Isabel al enterarse de tal decisión: "¡No! ¡Con Paquita, no!"
Isabel II y Francisco de Asís
Ya sea por las presiones de su madre y su entorno, o por el sentido de Estado, Isabel aceptó al candidato elegido a ser su esposo, aunque antes le dijo a su madre: “He cedido como reina, pero no como mujer. Yo no he buscado a este hombre para que fuese mi marido; me lo han impuesto y no lo quería”.
Y es que su primo era conocido por su homosexualidad, más que evidente, de ahí que se le conociera como Doña Paquita o Paco Natillas. Además, la criatura tenía pequeña malformación en el pene le impedía mear de pie (para que lo entendáis, el orificio de salida de fluidos no lo tenía en el glande, sino en un lateral…).Por Madrid se cantaba por entonces esta coplilla: “Gran problema es en la Corte averiguar si el Consorte cuando acude al escusado mea de pie o mea sentado”.
Con este panorama, imagínense la noche bodas. ¡Vaya espectáculo! La propia reina comentó después:"¿Qué podía esperar de un hombre que en la noche de bodas llevaba más encajes que yo?". Así que, tras esta desastrosa noche de bodas, le siguieron el resto, por lo que pronto empezaron a llegar amantes a la alcoba de la reina, sin pudor alguno, así que el matrimonio se resquebrajó de manera inmediata y el rey consorte abandonó pronto el lecho conyugal, ya concurrido de por sí, y si aceptó su condición y situación, fue gracias a las lucrativas dotes que se le daba tras nuevo escándalo, o tras embarazo de la reina, que el asumía como suyo, y es que la reina llegó a tener 12 embarazos. No obstante, Francisco de Asís, también tuvo sus propios amantes masculinos, aunque sus relaciones siempre fueron más discretas, y la mayor parte de su vida siempre estuvo acompañado de un apuesto y joven aristócrata llamado Antonio Ramón Meneses, que incluso le siguió en sus años en el exilio.
Con esta base e historial, el matrimonio real tuvo varios hijos (solo 5 sobrevivieron a edad adulta), aunque siempre bajo la sospecha de ser fruto de las infidelidades de la reina, ya que hay historiadores que creen que el matrimonio jamás se llegó a consumar, aunque otros consideran que los dos primeros embarazos de la reina, pudieron ser el consorte, pero terminaron en abortos, dado su consanguineidad, eran primos hermanos por partido doble.
Isabel, fogosa, temperamental y sensual, no tardó en suplir al consorte en las responsabilidades conyugales con amantes, que se fueron alternando en su catre desde su juventud hasta su vejez. Así que fue un no parar… políticos, militares (fueron su predilección), aristócratas, artistas, diplomáticos, …
Poco después de casarse, encontró el amor en el prestigioso general Serrano, “el general bonito”, como la llamaba Isabel, veinte años mayor que ella, y que aprovechó su relación para su promoción política. Tal era la pasión de la reina con Serrano que perdió el pudor de ocultar la relación, persiguiéndolo por todos los cuarteles de Madrid, por lo que el Ejército tuvo que alejar al general de Madrid para frenar el escándalo y el escarnio del rey consorte, que volvió al palacio como signo de reconciliación… y tras previa entrega de estipendios… cornudo, pero con necesidades financieras.
General Serrano
Pero claro, a amante “muerto”, amante puesto…e Isabel, joven y enamoradiza, quedó prendada de un joven y atractivo aristócrata, el marqués de Bedmar, que compartía la afición con la reina de ir a teatros, bailes. Había un problemilla… y es que el marqués también estaba casado, por lo que la relación duraría poco tiempo, no obstante, los amantes van pasando por la alcoba real, incapaces de frenar la fogosidad de la reina. Mientras tanto, tiene dos abortos de dudosa paternidad, hasta que finalmente, al tercer parto, nace la infanta María Isabel, a la que pronto llamaron “La Araneja", ya que nadie dudaba que la paternidad recaía en un noble llamado José Ruiz de Arana y Saavedra, "el Pollo Arana", que había cautivado a la reina en uno de los bailes a los que acudía Isabel II. De esta relación hay una anécdota, ya que su marido Francisco de Asís, le dijo un día a la reina que tuviera cuidado con el pollo Arana, que le estaba poniendo los cuernos…
Quizás el pollo Arana sería uno de sus amantes más duraderos, hasta que fue sustituido por un joven militar valenciano, capitán de Ingenieros, Enrique Puigmoltó, que es considerado por la historiografía el padre legítimo del siguiente hijo que tuvo Isabel, Alfonso, futuro Alfonso XII, y que pronto empezó a ser llamado por calles y tabernas como "Puigmoltejo". Como padre del entonces Príncipe de Asturias, el militar valenciano se aprovechó bien, consiguiendo condecoraciones y prebendas, incluso nombrado Vizconde de Miranda. Se dice que un día hablando Isabel con su hijo, entonces Príncipe de Asturias, le dijo “Hijo mío, la única sangre Borbón que corre por tus venas es la mía”. Tras las presiones de políticos, amigos y hasta el mismo Papa, se consiguió alejar a Puigmoltó de la C
orte y mandarlo a Valencia, donde siguió con su fulgurante carrera y cobrándose sus favores reales.
Isabel II llevó una vida frenética, de fiesta en fiesta, acostándose, a menudo, a altas horas de la madrugada para despertar a media tarde. Se vestía ayudada por sus cámaras y devoraba con glotonería todo lo que pusieran por delante sus camareras. Por la tarde, despachaba rápidamente los asuntos de estado que concerniesen ya que prefería dedicar las tardes a juegos y paseos. Cuando llegaba la noche volvía a lucir sus mejores galas y se iba al teatro o a algún baile, sin importarle las habladurías sobre su nuevo amante de turno. Además, sus “pecados” los redimía rápidamente acudiendo a confesar sus pecados ante la camarilla de curas y mojas que siempre le rodeó, como el padre Claret o sor Patrocinio, que tuvieron una poderosa influencia en la vida de la reina. Cuentan que cuando el Papa Pío IX le concedió la Rosa de Oro de la cristiandad a Isabel, justificó dicho reconocimiento diciendo: "Es puta, pero pía" (lo de pía viene por donaba anualmente un gran estipendio a las arcas vaticanas).
Los amantes siguieron... militares como el poderoso general O’Donnell, del que se cuenta en una visita a palacio para despedirse de la reina ya que iba a una campaña militar en Marruecos, esta le dice cariñosamente que si ella fuera hombre iría con él, a lo que Francisco de Asís, que estaba presente, añadió “lo mismo te dijo O´Donnell, lo mismo te dijo”. También hubo intelectuales, como el poeta Miguel de Tenorio, quien para muchos historiadores es el padre de las tres hijas siguientes que tuvo Isabel II, artistas como el cantante catalán José Mirall o el barítono Tirso de Obregón, incluso, algún extranjero, como el estadounidense McKeon.
En el año 1968, ante la decadencia política y moral de la monarquía isabelina, se fraguó una revolución (“La Gloriosa”), encabezada, entre otros, por el su “general bonito”, Francisco Serrano, que consiguió triunfar y derrocar a la reina, que se tuvo que marchar a París, donde Isabel siguió con sus flirteos amorosos, con varios amantes conocidos, como el “buscavidas” Carlos Marfori, que, de antiguo panadero, llegó a ministro de Ultramar y la siguió hasta en el exilio. Su ultimo compañero de viaje será un húngaro de origen judío, Josep Haltmann, hasta la muerte de Isabel II un 9 de abril de 1904.

Esta vida amorosa de Isabel II llegó a tal nivel de escarnio, que el poeta Gustavo Adolfo Becquer, junto con su hermano, hicieron unas láminas pornográficas, tituladas "Los Borbones en pelota", donde reflejaban los excesos sexuales de Isabel II, sus amantes y a Doña Paquita... (solo hay que poner en Google "los borbones pelota" y podréis visualizar estas láminas... ¿son curiosas, verdad?)
Pero mientras la reina se preocupaba en buscar inquilino temporal para su alcoba, en su reinado se empezó a fraguar una España bipolar, las dos Españas de las que hablaba Machado, que tarde o más temprano tardarían chocando...