sábado, 25 de abril de 2020

Tienes más cojones que el caballo de Espartero


Esta frase que da nombre al artículo, “Tienes más cojones que el caballo de Espartero” (en ocasiones, se cambia el calificativo del atributo genital por el de huevos), se utiliza, hoy en día, como sinónimo de valentía, gallardía, arrojo o valor… en circunstancias difíciles. Debe su origen a las estatuas ecuestres realizadas a finales del siglo XIX en honor y memoria del general Baldomero Espartero, sin duda, uno de los personajes más importantes y determinantes del siglo XIX en España, por no decir, el más importante, como se puede dar muestra de ello, por la retahíla de títulos y condecoraciones que le acompañan: príncipe de Vergara, duque de la Victoria, duque de Morella, conde de Luchana, vizconde de Bandera y el “Pacificador de España”… junto a todas las condecoraciones y medallas más importantes de España (El Toisón de Oro; la Gran Cruz de San Fernando; Gran Cruz de Carlos III,…) y de fuera (“Order of the Bath” inglesa; la Legión de Honor francesa; la Orden de la Torre portuguesa)… además de Regente y Presidente del Consejo de ministros en varias ocasiones.
Baldomero Espartero
Pues bien, a pesar de este impresionante historial y, muestra de que España no suele cuidar bien a sus grandes personalidades, Espartero es más conocido por los atributos de su caballo, que por su extenso currículo como militar y político decimonónico… y aunque se podría referir, a la valentía, cuando no osadía y temeridad que demostró siempre Espartero en el campo de batalla, la frase deriva del desproporcional tamaño con el que el escultor, Pablo Gilbert, esculpió los mencionados atributos del caballo en sendas estatuas que se elaboraron tras la muerte del valerososo general, y que todavía se pueden contemplar, una ubicada en Madrid, en la confluencia de las calles de Alcalá y O'Donnell frente al Retiro y, la otra, del mismo autor, en el Paseo del Espolón de Logroño, donde Espartero pasó gran parte de su vida. En ambas estatuas, se destaca la buena dotación genital del caballo, lo que conllevó desde primera hora fuera tema de conversación y sorna y que, finalmente, la frase terminará convirtiéndose en un apelativo recurrente para referirse a la gallardía de una persona en una situación de dificultad o de peligro inminente.
Estatua de Espartero en Madrid

Espartero nació en un pequeño pueblo de La Mancha, Granátula de Calatrava (que también tiene hoy en día su estatua ecuestre de su hijo más célebre con gran atributo testicular del equino… faltaría más), en el seno de una familia humilde y, aunque tenía un destino eclesiástico, estudiando bachiller en la Universidad de Almagro, se cruzó en su camino Napoleón y la Guerra de la Independencia, así, en 1808, con tan solo 16 años, se alistó en el ejército “patriota” para luchar contra los invasores gabachos, recibiendo su comunión con las armas en la Batalla de Ocaña, donde hubo victoria francesa, por lo que tuvo que marcharse a Cádiz, único reducto no controlado con el tiempo por los franceses. En Cádiz, el joven Espartero continuó su formación militar y académica, además, de impregnarse de las ideas liberales que inundaban la Tacita de Plata, y que se consagrarán con la aprobación de la primera Constitución española en 1812, la famosa Pepa.
Una vez terminada la contienda con los franceses, Espartero se alistó al regimiento enviado a América a apaciguar las colonias americanas, ya que, aprovechando la invasión francesa, habían iniciado un proceso irreversible de independencia. En América, principalmente en el Perú, Espartero estuvo diez años curtiéndose en una guerra dura de desgaste y carente de los medios necesarios, mostrando una enorme valentía y temeridad, lo que conllevó continuos ascensos y condecoraciones, y ganándose el respeto y admiración de sus compañeros militares. Finalmente, la batalla de Ayacucho puso fin a más de trescientos años de dominio español en el continente americano (bueno todavía nos quedarían Cuba y Puerto Rico). Aunque Espartero no estuvo en esa batalla, a él y a sus más fieles seguidores, se les llamará siempre los "ayacuchos".
De vuelta a España, paso por varios sitios y cargos, entre ellos, por Logroño, donde conoció y se casó con Jacinta, el amor y la compañera fiel de toda su vida.
Estatua de Espartero en Logroño
En esas estamos, cuando en 1833, tras la muerte de Fernando VII, y el nombramiento de Isabel II, estalla la Primera Guerra Carlista, ya que el tío de Isabel, Carlos María Isidro, no aceptó tal nombramiento y argumentó su legítima defensa a poseer la corona española. La guerra de origen hereditario, era, en realidad, una guerra ideológica y de modelo de Estado, ya que se enfrentaban dos concepciones distintas de la política de entonces, el absolutismo y el liberalismo. Espartero, seguidor del liberalismo desde los tiempos de Cádiz, se mostró partidario de la causa isabelina. A Espartero se le atribuye una frase que ejemplifica su ideología liberal: “Cúmplase la voluntad de la nación”.
En la guerra carlista, mostró de nuevo su casta de militar atrevido y estratega, llegando a ser nombrado general en jefe del Ejército del Norte y virrey de Navarra. Su mayor hazaña la logró en la batalla de Luchana, donde enfermo y con elevada fiebre, dejó su lecho para arengar a sus soldados y dirigir la batalla que supondría romper el cerco que las tropas carlistas tenían sobre Bilbao y, cuya previsible caída, hubiera supuesto un cambio de signo de la guerra y, quien sabe, de la Historia de España. La victoria de Luchana convirtió a Espartero en héroe nacional y el titulo de conde de Luchana. A partir de ese acontecimiento, la guerra se decantó del lado isabelino y, Espartero, como máxima autoridad del ejército isabelino en el Norte, negoció la rendición de los carlistas, que fue consumada por el famoso “Abrazo de Vergara” de 1839, cuando el general Espartero se abrazó con el general carlista Maroto, en presencia de las tropas de ambos ejércitos. Ese abrazo escenificaba un acuerdo en el que los carlistas depondrían las armas a cambio de que los oficiales y soldados de su ejército se incorporaran al ejército regular isabelino y que los fueros vascos y navarros serían respetados por el gobierno. Así, que ya veis, un final sin humillación, ni venganza, ni represión hacia los perdedores, también españoles, sino conciliación y respeto… lo que le granjeó el nombre de el “Pacificador de España”. Curiosidades de la Historia, cien años más tarde, terminaría otra guerra entre españoles, pero esta vez, el general victorioso, si impuso la represión y la venganza como medio de “conciliación” entre españoles… ¡qué la Historia juzgue a cada uno!

El final victorioso en la guerra carlista, lo convirtió en el personaje más famoso de España, nombrado duque de la Victoria, lo que hace, que los dos grandes partidos políticos del momento, el progresista y el conservador, ambos liberales, busquen el respaldo de Espartero, que se decantará por el progresista, lo que viene siendo la izquierda de la época (si, había militares de izquierda y de derecha…), y se convertirá en su figura más importante. Así, que el condecorado militar se convirtió en líder político del momento. Por entonces, la regente María Cristina era quien “mandaba” en España, y se conocía perfectamente su matrimonio morganático, a escondidas de los españoles y, sobre todo, eran conocidos sus “chanchullos” políticos, ya que la regente era conocida por su enriquecimiento personal a costa del erario público. En 1840 estalló una revuelta contra la regente, que acabó con María Cristina en el exilio y Espartero como regente de España, ante la todavía minoría de edad de Isabel II.
La regencia de Espartero duro poco, apenas tres años, contando desde el principio con la oposición en el exilio de María Cristina y de los moderados, liderados por otro general, Ramón María Narváez e, incluso, de un sector del progresismo, que le atribuían cierto autoritarismo en el gobierno.
Liberal convencido, Espartero negoció un tratado de libre comercio con Inglaterra, que supondría una bajada de aranceles a los productos ingleses, lo que provocaría la llegada masiva de textiles británicos a España más baratos… pero claro, eso iba en contra de los intereses de la única zona de España donde estaba asentada la industria textil, Cataluña, por lo que la firma de ese tratado, provocó una intensa sublevación en Barcelona, que fue contestada por Espartero con el bombardeo de la ciudad desde el castillo de Montjuic, lo que supuso cientos de víctimas y la caída de su prestigio. A Espartero también se le atribuye la frase: ”A Barcelona hay que bombardearla al menos una vez cada cincuenta años”, que parece más un bulo, que real, porque décadas después, siguió existiendo en Barcelona una fuerte admiración a Espartero, sobre todo, entre la clase trabajadora. En 1843, otra sublevación, dirigida por Narváez, acabó con la regencia de Espartero, y la marcha del general al exilio a Inglaterra, donde fue agasajado con honores y visitado por ilustres personalidades como el duque de Wellington y recibido por la propia reina Victoria.
En 1848, regresó a España, restituido en sus cargos y honores, y todavía con enorme prestigio político y social, aunque vivió alejado de la vida política española en Logroño, hasta que en 1854 tras una nueva revuelta (no había elecciones limpias, por lo que los pronunciamientos y revueltas era la única forma de llegar al poder por parte de la oposición, menos más que hoy en día, no hay ningún partido político que arengue sublevación o golpes de Estado...), la llamada Vicalvarada, supuso el inicio del Bienio Progresista, en la que fue nombrado durante un tiempo Presidente del consejo Ministros, pero sus desavenencias con O’Donnell, el otro personaje importante de este periodo, le hizo de nuevo regresar a su retiro tranquilo y cómodo en Logroño donde viviría en resto de sus días, a pesar, de que pudo ser rey.
Y es que en 1868, había triunfado una revuelta o revolución, la llamada “Gloriosa” que había provocado la caída de Isabel II. Los protagonistas del cambio político, los generales Prim y Serrano, tenían claro que España debía seguir siendo una monarquía, pero no en manos de los Borbones. Así, que el propio Prim, ofreció a Espartero la posibilidad de ser coronado rey de España, ofrecimiento que fue rechazado alegando sus problemas de salud por su longeva edad. Eso sí, pronóstico, que la corona no debía recaer en manos de una dinastía extranjera, porque duraría poco y, así fue, finalmente sería nombrado rey de España el italiano Amadeo I de Sabaya, que apenas duraría un año y poco en el trono.
Finalmente, Espartero moriría en su retiro riojano en 1879, siendo su entierro catalogado como de Estado, y con gran admiración y reconocimiento de los españoles que vivieron ese siglo convulso y agitado que fue el siglo XIX.
En 1886 se esculpió la primera estatua ecuestre en honor del Príncipe de Vergara y, quizás, el escultor Pablo Gisbert, quiso mostrar con el tamaño exagerado de los testículos del equino la valentía y temeridad que siempre demostró Espartero en el campo de batalla, donde sin duda, fue uno su principal campo de acción. 
Así, que ya sabéis, si os encontráis en una situación de difícil, como puede ser un confinamiento de más de cuarenta días, echadle más cojones que el caballo de Espartero, que seguro que lo superáis.

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