sábado, 18 de abril de 2020

Una capa y un sombrero bien vale una revuelta


Una característica que han mantenido los españoles a lo largo de los siglos es su recelo y rechazo a las imposiciones que vengan de fuera, o las que vengan desde adentro, pero impuestas por extranjeros o sucedáneos. Así hemos rechazado a reyes, como al propio Carlos I (algún día contaré la revuelta de los comuneros), a José I Bonaparte (a este nos lo colocó su hermano Napoleón), a Amadeo I de Saboya (Si… tuvimos un rey italiano, y puesto por españoles y amparado por una constitución, eso sí… duró poco); hemos rechazado, pero acatado por más narices, tratados de paz, como los de Utrecht de 1713 o París de 1898; más recientemente, hemos rechazado imposiciones de la Unión Europea de salvaguardar el pago de la deuda y de rescatar a los bancos con miles de millones de euros…o no?... ahora no lo tengo claro.
Pues bien, en 1766, siendo rey de España Carlos III, el de la Puerta de Alcalá… miralá, miralá, mirala, ahí está viendo pasar el tiempo, la Puerta de Alcalá (alguna vez habréis cantado la canción de Ana Belén… digo yo…)… ya me he desviado… como decía, en 1766 se lio una gorda en Madrid, ni el 23F, 15M, ni 8M, ni 20N,… cuando un ministro italiano, Leopoldo de Gregorio, marqués de Esquilache, prohibió mediante un bando el uso de la capa larga y el chambergo o sombrero de ala ancha, con la buena intención de evitar robos, violaciones y todo tipo de altercados, puesto que los delincuentes utilizaban estas prendas para embozarse (lo que viene siendo taparse el rostro) y esconder armas, lo que fomentaba este tipo de delitos amparados en el anonimato que les otorgaba dichas capas y sombreros. La buena intención del ministro italiano, pronto sonó a imposición extranjera, a un ataque contra las prendas tradicionales españolas… así que, con los intereses palaciegos siempre de por medio, la gente se movilizó y se produjo una dura revuelta en Madrid, que ha pasado a la Historia de España como el “Motín de Esquilache
"Motín de Esquilache, atribuido a Goya"
Estamos en pleno siglo XVIII, el “Siglo de las Luces”, el de la Ilustración, donde estaban surgiendo intelectuales o pensadores, que piensan (aunque sea una redundancia, hay por ahí cada supuesto “pensador” que dudo mucho que desarrolle ese ejercicio mental), los llamados ilustrados (seguros que conocéis a los tres franceses más conocidos… Montesquieu, Rousseau y Voltaire… y no… no son los tres mosqueteros, ni juegan en el PSG), que estaban por entonces cuestionando los pilares básicos del sistema sociopolítico y económico de la época, el Antiguo Régimen, lo que viene siendo, que empezaron a criticar la monarquía absoluta (el rey tiene todo el poder pro gracia divina, y el resto, como súbditos, a obedecer y callar) y la sociedad estamental (os suena lo de nobleza y clero, los privilegiados, y el tercer estado…la inmensa mayoría y no privilegiados, los que tienen que currar y pagar los impuestos). Pues bien, ante estas ideas que van calando en la gente, los reyes y nobles, que no son tontos... bueno, con alguno no lo tengo claro (véase mi relato sobre Carlos II)... van a desarrollar una nueva política, basada en el desarrollo de un conjunto de reformas económicas, educativas, culturales, pero no políticas y sociales… que se va a llamar Despotismo Ilustrado, que se resume en su famosa frase: “Todo para el pueblo, pero sin el pueblo” … Traduzco… Se van a llevar a cabo reformas para mejorar las condiciones de vida de los súbditos (recalco esto, por que se carece de derechos y libertades), pero sin contar con ellos (todavía estaba lejos lo de hacer elecciones y elegir a nuestros representantes, aunque nos equivoquemos…).
Carlos III
El rey que representa en España el Despotismo Ilustrado es el mencionado Carlos III, que antes de ser rey de España, había hecho el rodaje como rey de Nápoles y de Sicilia durante más de 20 años, donde aplicó esa política de reformas de manera exitosa amparadas en ese ambiente de la Ilustración. Hay que decir, que Italia como estado todavía no existía (todavía les quedará un siglo), y el reino de Nápoles, perdido por España en Utrecht, se había recuperado como una especie de “equipo filial”, donde hicieron el rodaje los hijos de Felipe V, como Carlos, que, en 1759, ascendió al primer equipo, y se convirtió en Rey de España... y, seguramente, de los mejores que hayamos tenido. 
Carlos III continuó en España su política de reformas, como la repoblación de Sierra Morena y otras zonas (se fundaron pueblos como la Carolina en Jaén o Prado del Rey en Cádiz… que sería de Bandoleros sin este rey…), reformas educativas, reformas militares para crear una potente armada (Carlos III creó la bandera roja y gualda para identificar a los barcos españoles en el océano, pues ese era el cometido de tales banderas, y ¿cuál representaba a España?, pues el escudo del rey, puesto que España era suya, es lo que tiene la monarquía absoluta). Para llevar a cabo estas reformas, se trajo de Nápoles a los ministros que habían colaborado con él en tierras transalpinas, como Grimaldi y Esquilache.
Pues el tal Esquilache se había propuesto aplicar en Madrid un programa de reformas para modernizar la villa, cuya insalubridad, inseguridad y suciedad, en general, eran consideradas indignas para la ciudad donde se localizaba la Corte… imagínense como serían el resto… Estas reformas incluían la limpieza, adoquinado e instalación de alumbrado en las calles, la construcción de fosas sépticas (para acabar con lo del “agua va” y que las aguas fecales se discurrieran por las calles), todo ello, acompañado con la creación de paseos y jardines. En este amplio programa de reformas se incluye la prohibición de vestir o usar la capa larga y el sombrero de ala ancha para reducir la delincuencia, que, desde el primer momento, fue vista como una imposición extranjera.
Además, las imposiciones en épocas de crisis sientan peor… y eso es lo que sucedía realmente… porque fue el hambre el verdadero motivo de la revuelta. Y es que, por entonces, los españoles estaban sufriendo una subida brutal de los precios de los alimentos de primera necesidad, especialmente el pan, fundamental en la dieta, que había duplicado su precio en cinco años, de tal manera, que con un jornal diario de entre dos y ocho reales, se podía comprar entre dos y tres libras de pan (entre 1 y 1,5 kg, para que os hagáis una idea). Así, que las familias humildes, la mayoría, lo estaban pasando "canutas", sobre todo, en ese inicio de la primavera de 1766, cuando se agotaban las reservas del año anterior y, ya se sabe, lo de la oferta y la demanda…
Al bando, a la subida de precios, se suma las intrigas palaciegas entre nobles por acaparar poder y riquezas… junto a las rivalidades entre órdenes religiosas, ya que los jesuitas estaban consiguiendo mucho poder y apoyo entre la muchedumbre madrileña, junto al voto de obediencia al papa y no al rey que tenía esta orden, lo que era visto con recelo.

Con la publicación del bando de prohibición de las prendas protagonistas de este relato, los alguaciles empiezan a recortar las capas largas de algunos atrevidos y a imponer multas, aunque algunas se pierden por el camino, todo sea dicho… 
Poco a poco, los madrileños comienzan a “calentarse”, hasta que el 23 de marzo, Domingo de Ramos, se desencadena el motín, con los madrileños asaltando cuartelillos, arrancando adoquines, rompiendo farolas, al grito de “¡Viva el Rey! ¡Viva España! ¡Muera Esquilache!” por que claro, la culpa era del ministro, el rey no tenía nada que ver… a lo sumo diría “lo siento mucho, me he equivocado, no volverá a ocurrir” … La gente se dirigió a la casa de Esquilache, pero este ya se había quitado de en medio… aunque se pudo quemar un retrato del marqués en la plaza Mayor.
El motín duró varios días más, con varios muertos y disturbios que se extendieron por toda España, terminando con el rey, Carlos III, cediendo, en parte, a las peticiones de los amotinados, al revertir el bando y destituir a los ministros italianos, empezando por el propio Esquilache, que se tuvo que volver a Sicilia y sustituido por españoles, como el conde de Aranda, Campomanes o Floridablanca. Además, se acusó a los jesuitas de haber promovido o alentado el motín, por lo que la Compañía de Jesús fue expulsada de todos los territorios de la Monarquía española en 1767. Esto no está claro, pero la "Pesquisa" o investigación llevada a cabo, y muy condicionada por quien la hizo... así lo determinó.
Con el tiempo, por cuestiones de moda o quien sabe, la capa larga y el chambergo fueron desapareciendo de la vestimenta típica de los madrileños, pero esta vez, por iniciativa propia, y no por imposición extranjera.
Carlos III ha pasado la historia como el "Alcalde perpetuo de Madrid" y un gran rey (cierto en comparativa con el resto). mientras que Esquilache no ha tenido tan buena prensa, a pesar de ser él quien promovió la modernización y embellecimiento de la capital de España... ya se sabe, la Historia la escriben los vencedores...

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