sábado, 28 de marzo de 2020

Los calzoncillos de Carlos II


A finales del siglo de Oro, es decir, el siglo XVII, teníamos como rey a Carlos II, llamado el “Hechizado” (lo de llamarlo el bobo o el lelo hubiera sido muy irreverente, pero habría sido más descriptiva), que a la postre fue el último rey de la dinastía de los Austrias, la cual se caracterizó por su endogamia (lo que viene a ser casarse entre tíos y sobrinas, primos hermanos…), así la madre del hechizado era a su vez sobrina de su padre y prima de su propio hijo, y su padre era también su tío…¡vaya lío! Y ya se sabe… entre tanto primo hermano…salió la criaturita como salió…
Carlos II, por Juan Carreño de Miranda (1885)
Su padre, Felipe IV, parece ser que fue una bragueta “inquieta”, de tal manera que algunos historiadores le atribuyen más de 50 vástagos, la mayoría claro, hijos bastardos o ilegítimos y, de todos, el único heredero legítimo que le quedó vivo fue la piltrafa de Carlos II… “manda huevos” como diría aquel "brillante" presidente del Congreso.
Nada más nacer, se vio que el principito era endeble y debilucho, aunque la versión oficial de la prensa de la época, la “Gaceta” de Madrid, lo describiera como un “un robusto varón, de hermosísimas facciones, cabeza proporcionada, pelo negro y algo abultado de carnes”, ya veis, los medios de comunicación al servicio del poder no es algo nuevo, existen desde que se originaron. Más realista fue la descripción que el embajador francés mandó a Luis XIV, el “Rey Sol” (muy atento a lo que sucedía en España por si podía “trincar”): "El Príncipe parece bastante débil; muestra signos de degeneración; tiene flemones en las mejillas, la cabeza llena de costras y el cuello le supura, … es bastante feo". ¡Resumiendo, …! un cromo!
Aunque en la Corte pusieron todos los medios en sacar adelante al heredero, así lo amamantaron 14 nodrizas hasta los cuatro años (que digo yo que se podría haber llamado el Rey “mamón”), no había manera… el chiquillo no pudo mantenerse en pie hasta los 6 años (después iré con las enfermedades, pero parece ser que también era cabezón, y como se le fuera el peso a un lado, imagínense…), tenía dificultades para hablar y, a la hora de aprender, era “lentillo”, y no iba al ritmo adecuado para un monarca… la tabla del 2 y poco más… Además, padeció todas las enfermedades posibles y por haber: sarampión, varicela, viruela, rubeola, erupciones en la piel, diarreas continuas, vómitos constantes, multitud de catarros, ataques epilépticos e hidrocefalia (esa es la de la cabeza grande) …ah…algo muy importante… un solo testículo, que encima estaba vano, vacío o atrofiado, como prefiráis… Ya volveré al testículo…

Pues este personaje fue el que les tocó como rey a los españoles que despedían el siglo XVII. Era lo que tenía ser el hijo legítimo del rey anterior, que ya puedes ser tonto, loco, malvado, retrasado, … que por derecho divino heredas la corona y el poder absoluto. Así que en 1665 era coronado como Rey de las Españas y, digo bien, porque España era un vasto imperio que poseía territorios más allá de la Península, en Europa (Flandes y territorios italianos), la mayor parte de América, territorios en Asia (Filipinas y algunas islas) y África. Como decía el tatarabuelo de Carlitos, Felipe II, un imperio donde no se ponía el sol. Y claro, este enorme imperio era una golosina en la puerta de un colegio, por lo que las grandes potencias de la época, sobre todo, Francia y Austria, mandaron sus espías, perdón, a sus embajadores a la Corte para ver si el nuevo rey duraba mucho o no y, en caso de escasa “durabilidad”, como se preveía, influenciar para poder colocar a un candidato afín a los intereses de cada uno y así poder pillar un trozo del inmenso pastel que era España en aquellos tiempos, muy grande, aunque decadente.
Y llegó el momento de que el enclenque de Carlos II cumpliera con su obligación más trascendental, la de dar un retoño que heredara la Corona, así que, con 18 añitos recién cumplidos, lo casaron con la francesa María Luísa de Orleans y, con ese objetivo prioritario, se pusieron manos a la tarea, pero como no podría ser de otra forma, imposible, que no había manera. Como en aquella época se desconocía lo del monotestículo atrofiado del rey y era impensable que un rey de España fuera estéril, la culpa de la falta de descendencia era de la francesita. Incluso por Madrid circulaban canciones “cariñosas” hacia la reina:
Mª Luisa de Orleans
“Parid, bella flor de lis,
en aflicción tan extraña,
sí parís, parís a España,
si no parís, a París”.
Ante tales rumores, la reina filtró por la Corte que el rey era lento al andar y al entender, pero era Usain Bolt a la hora de eyacular, es decir, a la amplia lista de padecimientos, habría que sumar el de eyaculación precoz…era ver una teta a la reina y ya está… así que los bichitos se derramaban más en las sábanas y en los calzoncillos que en lugar esperado por todos los españoles.
Y es aquí donde entran en juego los calzoncillos que protagonizan el artículo. Como ya he dicho, las grandes potencias de la época tenían mucho interés en saber si Carlos II podía tener heredero o no, para poder influenciar en la futura cuestión sucesoria. Se intuía que no, así que hubo un embajador francés, el conde de Rebenac, que quiso cerciorarse “científicamente” de que el rey era estéril o no, por lo que sobornó a una lavandera de palacio real para que robara unos calzoncillos del rey, sin lavar claro está, y se los entregó a dos médicos para que analizaran el semen impregnado en dichos calzoncillos (ya he dicho que el rey era Billy el niño a la hora de “disparar”). Así que me imagino a los dos galernos galos inspeccionando la muda, buscando efluvios reales, oliéndolos e, incluso, si fuere necesario. lametazo al canto, para determinar dos cosas opuestas: un médico afirmó que era estéril y el otro que no. Vaya contradicción se llevaría al embajador de la ciencia de la época. En estas estamos cuando en 1689 muere la reina María Luísa de forma inesperada (hay quienes cuentan que falleció por una peritonitis provocada por los “salvajes” brebajes que le hacían tomarse para incentivar su fertilidad, porque ya dijimos que se tenía claro que la estéril era ella).
Inmediatamente se pusieron a buscar una nueva reina, claro está que tuviera “pedigrí” de fertilidad, y la encontraron en Alemania. La “afortunada” era Mariana de Neoburgo, cuya familia tenía certificado de calidad en cuanto a fertilidad (su madre había tenido 23 hijos y sus hermanas parían como “conejas”), pero claro, no había manera, nada, los años pasaban, el rey más debilucho y España sin heredero y los “buitres” rondando.
Mariana de Neoburgo
Es ahora cuando aparece otra historia rocambolesca.  Como estaba claro que el rey no podía ser estéril, se empezó a difundir la idea de que el rey estaba hechizado (ya sabéis ahora de donde viene el apodo), que había sido abducido por el propio diablo. Por esas que llegó a Madrid la noticia de un fraile asturiano que tenía probada fama de hablar con Satanás, tras exorcizar a unas mojas poseídas por este. Así que se trajeron al fraile y, claro está, este cercioró que el demonio era el culpable del encantamiento del rey, y que su mala salud se debía a un hechizo, así que desde entonces el débil monarca fue sometido a varios exorcismos, además de regarlo todo los días con agua bendita, a tomar en ayunas cucharas soperas de aceite “bendito”, a purgas con polvos de hueso de santo triturados, a meterle en la cama a reliquias, es decir, esqueletos o momias, de santos mártires, incluso le colocaban aves recién sacrificadas sobre la cabeza, entrañas de cordero sobre el abdomen, … Incluso, aprovechando que los restos de sus antepasados estaban siendo trasladados al nuevo panteón de El Escorial, se destaparon sus ataúdes y se celebró una ceremonia en la que los cadáveres de todos los Austrias, es decir, Carlos II, Felipe II, Felipe III y su padre, Felipe IV, y varias reinas, incluida su primera mujer, María Luisa, fueron siendo exhibidos ante el enfermo. Sería tal el poder, que sería imposible no “deshechizarlo”. Evidentemente, nuestro rey no se volvió fértil de la noche a la mañana, es más, la criatura no se recuperó jamás de la impresión que le produjo tan espantosa visión.
Así que el 1 de noviembre de 1700, el pobre Carlos II no pudo aguantar más y se despidió del mundo con apenas 38 años y un “marrón” gordo para España. Aunque no era costumbre, le practicaron una autopsia, en la cual, el forense comprobó, tras abrirlo en canal, que en su interior “no había una sola gota de sangre…el corazón era del tamaño de un grano de pimienta… los pulmones estaban corroídos y, los intestinos, putrefactos y gangrenados…tenía un solo testículo negro como el carbón…”. Resumiendo, una verdadera piltrafa humana.
Nada más morir, los “buitres”, es decir, Francia y Austria, propusieron a su propio candidato, que si Felipe de Borbón, conde de Anjou, o el Archiduque Carlos de Austria. Y el resto de potencias atentas...
Tras multitud de cambios, según el último testamento el heredero de todo era Felipe de Anjou. Claro está que Austria, a quien se le unió Inglaterra, Portugal, las Provincias Unidas (Holanda), Portugal, etc., no aceptaron tal designio. Y en España, Castilla apostó mayoritariamente por el francés y la Corona de Aragón por el austriaco. 
Consecuencia de todo aquel lío... se inició una trascendental guerra civil e internacional, la Guerra de Sucesión española, que traerá la llegada de los Borbones a la Corona de España y otras “cosillas” que ya iré contando...

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