jueves, 2 de abril de 2020

Braveheart de cruzada por Teba


Seguro que todos habéis visto alguna vez la famosa película “Braveheart” (se traduciría algo así como corazón valiente), dirigida y protagonizada por Mel Gibson, que daba vida al famoso héroe escocés William Wallace, quien luchaba, con “falda” escocesa incluida, contra los ingleses por la independencia de Escocia. Dicha película, aunque se llevó cinco premios de la Academia de Holllywood en 1995, incluido el Óscar a mejor película, presenta tal puñado de falsedades históricas que en Escocia es considerada un “ultraje” (No os sorprendáis, yo he visto a Tom Cruise correr por las calles de Sevilla en plena Semana Santa, sorteando pasos de hermandades y fallas valencianas, todo a la vez… ¡eso fue un guionista documentado!). 
William Wallace, en "Braveheart"
El primer “ultraje” para los escoceses, es que la película da a entender que Braveheart era William Wallace, cuando ese calificativo es propiedad de Robert de Bruce, que a la postre será el primer rey de Escocia (aquel que tenía un padre leproso muy manipulador y desleal, y que dejó tirado a William Wallace en la última batalla, siento el spoiler, pero después de 25 años las habréis visto, digo yo… evidentemente… todo falso, pero quedaba bien en el guion).
Robert The Bruce, en "Braveheart"
Si alguna vez visitáis Escocia y queréis tener una plácida visita, hay que cumplir tres principios fundamentales, a parte del no llamarles nunca ingleses, si no te quieres jugarte la vida.
El primero, ya lo he mencionado, es no alabar a la película “Braveheart”, que si es magnifica, espléndida… Nada, hay que decir que es un bodorrio histórico, o mejor, ni mencionarla.
El segundo principio, es no echarle ningún “suplemento” al whisky, ya sea, Coca-Cola, agua, ni siquiera hielo… ¡eso es un sacrilegio!
Y el tercer principio básico, es llamar falda a la falda escocesa, se llama “kilt” y, en su origen, era una especie de túnica multiusos y, el entramado de cuadros, el “tartán”, hace referencia a las familias o clanes históricos, que si los Mackenzies, Macdonalds, Macgregors…
Así que, respetando estos tres principios básicos, puedes visitar tranquilamente Escocia.

Volvamos a Robert the Bruce, el verdadero Braveheart, terminó siendo el primer rey de Escocia, Robert I, tras vencer en la guerra de independencia contra los ingleses, en la cual moriría, tras brutal ejecución, William Wallace (la de la película fue muy suave… ¡vaya... otro spoiler!).
Pues bien, en su lecho de muerte, Robert I pidió a sus caballeros más fieles, que una vez que se consumara su fallecimiento, le extrajeran el corazón y lo llevaran a Tierra Santa, para que lo depositaran en la Iglesia del Santo Sepulcro. En aquella época, se llevaba mucho lo de ir a Tierra Santa a liberarla de los infieles o sarracenos, “cruzadas” las llamaban, y no hubo rey o noble cristiano que no participara en alguna de ella. Y como nuestro Braveheart, estuvo peleando toda su vida con los puñeteros ingleses, no tuvo tiempo de ir a liberar Jerusalén de los infieles y ver su nombre adherido a una heroica cruzada, así que, esa fue su petición… ¿y quién se la iba a negar a un rey moribundo? Pues nada uno de sus más fieles correligionarios, Sir James Douglas, “Black Douglas” (por su pelazo negro), se ofreció como voluntario y se responsabilizó de llevar el corazón de su rey a Tierra Santa. Para ello, se confeccionó una cajita de plata, donde se introdujo el corazón embalsamado de Robert I una vez que hubo fallecido, y este caballero, a modo de relicario, se lo colgó al pecho y se dispuso a ir a Jerusalén.
Sir James Douglas, con otros seis caballeros escoceses y veintitantos escuderos, partió de las “High Lands” en la primavera de 1330. Tras parar en Flandes, decidieron viajar por mar, en vez de atravesar el continente europeo. Así, costearon toda Francia, la cornisa cantábrica, Portugal, … y en estas, que estando por las costas de Cádiz (tras hartarse de chicharrones y fino… esto me lo imagino, que conste), se enteraron de que el rey de Castilla, Alfonso XI, estaba de guerra con los “moros” de Granada, y que ya se había catalogada esa guerra como cruzada por el Papa de turno. Por lo que, los escoceses en vez de proseguir su periplo hasta Oriente, subieron río arriba el Guadalquivir hasta Sevilla, donde los esperaba el rey castellano. En ese momento, el rey Alfonso XI había puesto su objetivo en el pueblo de Teba, en la frontera del reino nazarí de Granada. Pues tras agasajarlos en Sevilla (no tendrían whisky, pero una Cruzcampo fresquita en el verano de Sevilla es gloria bendita) y convencerlos de su “santa” misión, sir James Douglas (recordemos con el corazón de Braveheart colgado del pecho) y su séquito escocés, se comprometió a ayudar al castellano a liberar la plaza de Teba del infiel, donde contarían con la ayuda del “corazón valiente”.
Castillo de la Estrella, Teba
Y es así, como en agosto de 1330, un grupo de escoceses se encontraban a orillas del río Guadalteba para conquistar el Castillo de la Estrella, aquel que domina la peña en la que se sitúa Teba.
Los granadinos de Muhammad IV mandaron a un potente ejército para defender tan preciada plaza. Al frente estaba el general Osmín, el cual era especialista en la táctica militar denominada “torna e fuye”, lo que viene siendo, fingir una huida para que el enemigo perseguidor sea rodeado por una maniobra envolvente. Los castellanos, tras siglos guerreando con los andalusíes conocían esa táctica a la perfección, por lo que no entraron al “trapo”. Pero claro, los escoceses, acostumbrados a liarse a mamporros con los ingleses de forma directa, a campo abierto, y sin calentamiento de cabeza táctico, entraron al “envite” como toros de lidia, y así, nuestro caballero escocés, sir James Douglas, en el fragor de la batalla observó como los granadinos se batían en retirada, así que por Escocia y por Braveheart, se fue detrás de ellos, por lo que cayó de cabeza en la trampa nazarí (se enteró, rápidamente, lo que era la “mala follá” granaína) y, así, se vio rodeado de enemigos, … lo que pasó en ese momento y después está un poco endulzado por la mística y la leyenda, porque cuentan, que sir Douglas, al verse rodeado de moros y viéndolas venir, tomó de su pecho el relicario de plata con el corazón de Bruce y lo lanzó lejos del alcance del enemigo, exclamando: “Ahora muéstranos el camino, ya que venciste, y yo te seguiré o moriré”. Esas fueron las últimas palabras de nuestro “Black Douglas”, antes de caer muerto a manos de los granadinos. A continuación, hay varias versiones… según de donde proceda la fuente información. Por un lado, se cuenta, que los hombres de Douglas encontraron al valeroso guerrero escocés rodeado por un círculo de musulmanes muertos, y con el relicario de plata en el pecho. Otra versión cuenta que fueron los musulmanes quienes encontraron el cuerpo sin vida sir James Douglas y el relicario de plata y, cuando Muhammad IV supo que pertenecía al rey escocés y le informaron de la proeza del caballero escocés, envió los cuerpos de Douglas (y del resto de escoceses caídos) escoltados a Sevilla por una guardia de honor (cada uno que se quede con la que más le guste…).
Una vez en la capital hispalense y, siguiendo las costumbres de la época, ante las complicaciones de trasladar un cuerpo inerte miles de kilómetros, lo metieron en un barreño y lo “cocieron” a fuego lento, lo que viene siendo al baño María, para separar la carne de los huesos y así, poder trasladar los restos óseos a Escocia, mientas que la carne se quedaría enterrada para siempre en tierras andaluzas, … ¡eran las costumbres!
Monumento a sir James Douglas en Teba

Finalmente, los restos de sir James Douglas quedarían sepultados de por vida en el panteón familiar de iglesia de San Brígida, en la villa de Douglas. Por su parte, el corazón del rey fue enterrado en la Abadía de Melrose, en cuyo epitafio se puede leer en gaélico: “Un corazón noble nunca está en paz si carece de libertad”.
Hoy en día, en Teba hay un monolito de mármol y granito que recuerda la gesta histórica protagonizada por sir James Douglas. Además, este municipio malagueño está hermanado con la ciudad escocesa de Douglas e, incluso, cada verano, se celebran unas “Jornadas Escocesas Douglas' Days

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